viernes, 28 de mayo de 2010

Clima de época

Sólo puedo agregar que cuendo era chico, mis profesores no hablaban así (y dudo que así pensaran...)

Discurso del Bicentenario de la Revolución del 25 Mayo de 1810

Escrito y leído por Federico Belzunces, Profesor de Historia, el 24 de mayo de 2010 en el acto Municipal en conmemoración por el Bicentenario de la Revolución de Mayo en Mercedes, Provincia de Buenos Aires

Naturalmente en 200 años de historia podríamos rescatar múltiples opciones para pensarnos en nuestro pasado, o mejor dicho, en la construcción que hemos hecho de nuestro pasado. Tomaremos aquí la Revolución de Mayo de 1810, el festejo del centenario y nuestro bicentenario, pensados a través de tres ejes que hemos seleccionado: los pueblos originarios, los trabajadores y la unidad Latinoamericana.
Comencemos por la Revolución de Mayo de 1810.
Si hay una identidad que estaba presente entre los revolucionarios, era su identidad americana, la cual intentó materializarse en la realización de un Gran Estado Latinoamericano. Así, dudaba y se preguntaba Mariano Moreno 6 de diciembre de 1810 en la Gaceta de Buenos Aires:
“Pero ¿podrá una parte de América por medio de sus legítimos representantes
establecer el sistema legal, de que carece, y que necesita con tanta urgencia; o
deberá esperar una nueva asamblea, en que toda América se de leyes a sí misma, o
convenga en aquella división de territorio, que la naturaleza misma ha
preparado?”
Esta empresa de un Gran Estado Americano, se tornaría rápidamente imposible, dada la dificultad de comunicaciones y la diversidad de intereses que mostrarían los acontecimientos de la revolución. Imposibilidad que se manifestará más claramente en la hostilidad a la revolución que mostrarán algunos focos de resistencia. Así lo expresó Manuel Belgrano en su campaña a Paraguay, donde esperaba un gran apoyo a la revolución:
“Se pasó (…), y nuevas casas abandonadas, y nadie aparecía: entonces ya no me
apresuré a que las carretas siguiesen su marcha, ni tampoco el general Rocamora,
porque veía que marchaba por un país del todo enemigo, y que era preciso
conservar un camino militar, por si me sucedía alguna desgracia, asegurar la
retirada.”
Donde Belgrano esperaba un gran apoyo, sintió estar en “un país del todo enemigo”. Resignado, Mariano Moreno reconocía que “es una quimera pretender que todas las Américas españolas formen un solo estado”.
Pero si el americanismo fue uno de los rasgos distintivos de la Revolución de Mayo, tendrá otro asociado a éste, el filo-indigenismo. Es decir, la defensa de los pueblos originarios como corolario de la condena al orden colonial y la reivindicación de los derechos naturales que deberían garantizar la libertad y la igualdad para todos los habitantes de América. La expresión morenista de la revolución viajará al corazón del gran Imperio Inca, ahora devenido en una factoría del Imperio Colonial Español, con la campaña militar de Juan José Castelli. El mismo expresará en las ruinas de Tiauhanaco el 25 de mayo de 1811, sosteniendo frente a los indios:
“En este caso se consideran los naturales de este distrito que por tantos años
han sido mirados con abandono y negligencia, oprimidos y defraudados en sus
derechos y en cierto modo excluidos de la mísera condición de hombres que no se
negaba a otras clases rebajadas por la preocupación de su origen. Así es que
después de haber declarado el gobierno superior con la justicia que reviste su
carácter que los indios son y deben ser reputados con igual opción que los demás
habitantes”
Y luego, sobre el final del discurso, agrega:
“Todo nacional idóneo, sea de la clase y condición que fuese” puede optar a
cualquier destino o empleo de que se considere capaz.
Los relatos sobre el trato de Castelli a los indios, no dejan duda sobre cuál era el espíritu de la revolución. El Coronel José León Dominguez señala, por ejemplo, que:
“los recibía benignamente, los acariciaba, alzándolos del suelo donde se postraban según su antigua costumbre, los abrazaba y decía que éramos hermanos e iguales”
Pero como toda revolución, no fueron sólo discursos e ideales, además se intentó volcar el ideal en leyes, en medio de una situación militar y política extremadamente compleja.
A solo tres años de iniciada la revolución y con una extensa guerra por delante, la asamblea de 1813 no lograba formular una constitución, ni declarar la independencia; primaba entonces una cierta moderación. Sin embargo, dejaba algunas medidas muy relevantes, que marcan de alguna manera lo que ya era el “espíritu revolucionario”. Así, la Asamblea del año XIII declaraba la “libertad de vientres” por la cual los hijos de los esclavos, nacidos a partir de ese momento serían libres. En el mismo camino, suprimía la mita, la encomienda y el yanaconazgo, formas de trabajo forzado que recaían sobre los indios y que constituían el corazón del sistema de explotación colonial, además de todo tipo de castigos físicos a los mismos. Por último, entre otras medidas, abolía los títulos de nobleza.
En suma, en los orígenes del estado argentino, en la revolución que inició el largo camino de su creación, encontramos una vitalidad creadora orientada a la integración de la Provincias Unidas del Río de La Plata en un Gran Estado Latinoamericano. Al mismo tiempo, los ideales de la revolución, no eran sólo la independencia del Imperio Español, sino la realización de los derechos naturales propios de la ilustración, en un orden racional que garantice el fin de la esclavitud y de toda forma de explotación sobre los indios.
Si la realización de un Gran Estado Latinoamericano se mostró imposible, la integración de los pueblos originarios a la nueva nación verá cerrar sus posibilidades frente a un grupo dirigente que los encasilló en el mote de “salvajes”. Así y todo, la esclavitud vio desaparecer su existencia a mediados del siglo XIX, siendo uno de los primeros estados americanos en lograrlo.
Pasemos entonces a 1910, es decir a los festejos del centenario, a cien años de la Revolución de Mayo.
Allí, nos encontramos con una clase dominante que reafirmaba su confianza como sector dirigente del estado, no sólo en la reafirmación de su pasado inmediato, sino en la perspectiva de futuro que se construía el orden conservador.
En este marco, los grandes festejos muestran a una clase dominante triunfante, con el optimismo de un destino manifiesto, donde el estado argentino ocuparía un lugar privilegiado en las grandes naciones del mundo. Esta clase podía exhibir, como resultado de su programa, la construcción del estado nacional argentino y la construcción de una nación.
Al mismo tiempo, la economía argentina se insertaba en el mercado mundial atrayendo capitales y brazos para labrar la tierra y trabajar las haciendas. Capitales, industrias, trenes e inmigrantes integraban económicamente un territorio que, a duras penas, lograba unificarse.
Sin embargo, el éxito que se ostentaba desde el estado estaba lejos de ser colectivo. La clase dominante se sostenía mediante el fraude electoral, quedando vedada la participación política para la mayor parte de la población. Los trabajadores carecían de todo tipo de derechos y sus condiciones de vida eran extremadamente precarias. El mismo estado que se presentaba tolerante, abierto al progreso y recibía una de las mayores aleadas inmigratorias del mundo, al mismo tiempo, condenaba al exterminio y a la humillación a los pueblos originarios.
En definitiva, los esfuerzos de la Revolución de Mayo por combatir las injusticias sociales, se verían esfumados por una clase dirigente que veía en el estado tan sólo un instrumento de orden para garantizar sus negocios. La integración Latinoamericana quedaba a un lado, ya que el país se mostraba demasiado exitoso mirando a Europa, que ahora pasaba a ser el modelo a imitar. En este marco, no quedaba lugar para los pueblos originarios. El estado Argentino olvidaba los principios de la revolución y llevaría adelante uno de los exterminios más cruentos de nuestra historia.
Llegados a este punto, cabe preguntarnos por el presente.
A cien años del centenario y doscientos años de la revolución de mayo, palpamos una realidad muy diferente al futuro que pensaron los conductores del estado argentino en 1910. El bicentenario nos encuentra en el esfuerzo colectivo de escapar de un ciclo de crisis económicas que han arrastrado con muchos de los logros que, no sin costos, hemos conseguido. No tenemos hoy grandes monumentos para ostentar, el futuro se nos presenta menos claro y la sociedad argentina sufre una de las peores fragmentaciones de su historia.
Sin embargo, las crisis implican sinceramientos y oportunidades. La decadencia de la clase dirigente que llevara las banderas del centenario, nos reconoció mejor en un país que es más Latinoamericano de lo que ingenuamente creíamos. Paradójicamente, el reconocimiento de nuestra humildad y de nuestros puntos comunes con los problemas de las restantes naciones de Latinoamérica nos permitió iniciar un camino de integración que nos ayuda a salir de la crisis, mientras las economías del primer mundo a las cuales tendríamos que imitar, se hunden en un nuevo ciclo recesivo.
A las claras, el centenario se nos presenta hoy, menos como la realización de un estado independiente, que como el manifiesto de un nuevo pacto neo-colonial.
A diferencia del centenario, hoy los trabajadores cuentan con múltiples derechos que les habían sido negados en el 1900, y que actualmente son una de las herramientas fundamentales en la cotidiana lucha por una mejor forma de vida. A diferencia del centenario, Buenos Aires presenció una multitudinaria marcha de los pueblos originarios reclamando un estado plurinacional, una nueva relación con el estado que históricamente tuvo con todas las naciones del mundo, menos con aquellas que milenariamente trabajaron nuestra tierra. Acto que marca una falta, un lado oscuro, no sólo del estado, además de nosotros mismos, pero que simultáneamente debe enorgullecernos, porque fueron recibidos por la autoridad máxima de la nación, porque encontraron un contexto favorable, para que esa marcha sea posible, para que tenga sentido. Porque quizás hoy, que nos hemos sincerado como Latinoamericanos, como mestizos, es la marcha de nosotros. Porque justamente, esta marcha no fue posible en los festejos de 1910, simplemente porque no fueron reconocidos como parte de esa nación que se lucía exitosa.
Hoy, formamos parte de los festejos, los jóvenes, los ancianos, la cultura en todas sus formas, los trabajadores, las Abuelas y las Madres de Plaza de Mayo, los soldados de Malvinas, las diferentes colectividades que conformamos la nación y también la fuerzas del estado. Hoy somos parte de nuestros éxitos y de nuestras dificultades y no simples espectadores de un lujo monumental que nos excluye.
Finalmente, debemos asumir los desafíos que el presente nos plantea, debemos dilucidar las oportunidades que naturalmente abren las grandes crisis. Para ello no es necesario buscar recetas mágicas, sino indagar en nuestro propio pasado todo aquello que hemos podido resolver.
No es difícil pensar que los desafíos de nuestra nación están en su misma esencia, como es la integración de un numeroso fragmento de nuestra población que vive en condiciones de pobreza y marginalidad extremas. Como es la desigualdad estructural, la deserción escolar y la desocupación, inimaginables a mediados del siglo XX. No es difícil pensar que la resolución de estos nuevos desafíos generará nuevas tensiones y contradicciones que tendremos que resolver, pero ahora sí, sin fraude electoral, sin represión y sin dictaduras, sino, en el marco de una joven democracia, que no sin dificultades, supimos conseguir, y que no por ser joven, no deja de abarcar su período más extenso.
Supimos ser también una nación que ha superado sus peores miedos, que en sus contradicciones, ha integrado a ciudadanos de todo el planeta en las peores condiciones.
Ahora nos toca mirar para adentro, ahora tendremos que superar nuevos miedos y prejuicios y generar una nación, un país, para todos. Ahora tendremos que resolver el problema de la desigualdad, la pobreza extrema y la falta de trabajo. Ahora tendremos que garantizar lo que nunca dejamos de ser, un estado plurinacional, que marque una nueva relación con los pueblos originarios. Ahora seguiremos el camino de 1810, para integrarnos plenamente en una Gran Nación Latinoamericana. Ahora no es el tiempo de los otros, ahora no somos espectadores de los festejos como en 1910, ahora es el tiempo de nosotros.
En este tiempo, los desafíos de la Revolución de Mayo cobran nuevo sentido. Hoy, como nunca, esa Gran Asamblea Latinoamericana que hipotetisó Mariano Moreno en 1811, encuentra las condiciones materiales y políticas para su realización. Hoy como nunca, se han manifestado los pueblos originarios por sus derechos. Hoy, nuevamente, nos encontramos ante los desafíos de la inclusión social, sin la cual no seremos nunca una nación.
Hoy como nunca… ¿Aceptaremos el desafío? ¿Renunciaremos a los rasgos inclusivos que alguna vez nos definieron en nuestra historia? ¿Nos encontrará el futuro en una gran armonía social y Latinoamericana?
Hoy, como en 1810, la historia somos nosotros. Hoy, como en 1810, la historia está en nuestras manos…

miércoles, 26 de mayo de 2010

Los agentes dobles del Bicentenario

Uno
Siempre creí que el doble espionaje era parte de las novelas o las películas que se hacían sobre la adaptación de esas novelas. Es decir, siempre lo vi como parte de una ficción que expresaba el juego perpetuo entre fantasía y realidad, entre cara y cruz. Fantasía del doble: ser una persona y, en el fondo, ser otra. Sin embargo, como siempre, la historia se ha ocupado en desmentirme. En ilustrarme.
Pero ahora, siendo algo más que un niño consumidor de películas de James Bond un sábado a la tarde, con la lluvia mojando la precaria canchita de fútbol frente a mi casa y un pan con manteca y azúcar en mi mano, pienso en la posibilidad real de que existan entre nosotros espías, agentes dobles. Pero ya no cómo aquél agente inglés (siempre preferí a Sean Connery), sino como parte de una remake del agente 86. Es decir: agentes que sin saberlo hacen de dobles agentes; espías que mueven las ramitas, personajes que en su sobreactuación producen el efecto contrario al que tenían en mente al efectuar la acción.
Sino no hay otra manera de explicarlo, me digo. “Aquí hay agentes dobles”. Los sujetos que han hablado y operado en torno al Bicentenario en contraposición con la gala del Colón, o con cualquier otro suceso que les haya servido para poner de manifiesto sus diferencias, no tengo dudas, son agentes dobles que trabajan para el kirchnerismo. Sino no se explican las palabras, por ejemplo, de Mirta Legrand, cuando dice -refiriéndose a la gala del Colón-, “lo de ayer fue magnífico, perfecto. Felicitaciones Sr. Macri. Estaba todo muy bien organizado: había vallas y la gente no molestaba”. Alguien que dice esto, en el contexto de más de 2 millones de personas por día en las calles festejando, sólo puede tener un objetivo: que el que todavía no se dijo así mismo “bueno, la verdad es que algunas cosas están cambiando, estos tipos (por el Gobierno) algo están haciendo bien”, lo empiece a hacer con ganas.

Dos
El doble agente siempre plantea las cosas en términos binarios. Por eso es, justamente, doble. En este caso, la cosa la han planteado en términos de fiesta versus gala. Y aquí hay una cuestión que inevitablemente resurge cuando puede. Está en las napas que nos soportan cotidianamente y ante alguna lluvia fuerte empiezan a desbordar. Pese a que no me gusta pensar en términos de amigo/enemigo, de bueno y malo, es decir, en términos binarios, siempre el problema surge bajo esa expresión maniquea.
La cuestión de la fiesta como expresión política de lo popular es más vieja que la política misma. No vamos a reflotar esos análisis que cualquiera puede ver en novelas populares como “Gargantúa y Pantagruel”, de Francois Rabelais o, si se quiere pensar más de cerca, más en términos locales, en “La fiesta del monstruo” de Bustos Domeq (Borges-Bioy) o “En el último de los martinfierristas” de David Viñas.
La fiesta como avanzada, como apropiación de la calle, como desterritorialización del orden vehicular y las normas de tránsito. Como contrapartida: una gala con vallas. La verdad es que este análisis ya se vuelve básico de lo trillado. Pero si bien no por esto pierde efectividad en su objetivo: poner de manifiesto la expresión de diferentes modos de existencia, creo que a esta altura ya no suma nada nuevo; no hay nada que ya no sepamos sobre los grupos de poder, las clases, los modos de habitar los espacios, etc., que pueda surgir de esta forma de vivir el Bicentenario (por ponerle algún nombre).
Lo interesante de todo esto es que había personas que tenían ganas de salir a la calle y festejar. Estar con otros y elaborar una comunión soberana (y profana, por ende). ¿Qué lectura vamos a hacer de eso? Ese interrogante es el que plantea la política por venir (la política siempre es un porvenir). Quiero decir: contestar esa cuestión es el sino de las acciones políticas de, como mínimo, el siguiente año y medio que nos queda (antes de las elecciones). El modo en que la leamos y le demos respuesta o, mejor, intentemos darle respuesta, va a ser el modo en que hayamos entendido la política para la argentina que viene. El grado de lejanía con el espíritu real de ese interrogante (cuan lejos estemos en nuestra respuesta de lo que realmente escondía esa pregunta) será correlativo al grado de separación que tengamos con el propio cuerpo (pueblo y multitud) que se manifestó en el territorio. Obviamente, separado por vallas.

Tres
Por eso, el error está en ser agentes dobles. En cometer los errores básicos del contraespionaje. Comprar pescado podrido y venderlo como caviar. No caer en la tentación de efectuar análisis triunfalistas ni de pensar que esto es parte de una expresión popular que, aunque medianamente espontánea, se encuentra dirigida e intencionada (es un error pensar que salieron a la calle por nosotros y para nosotros). No seamos agentes dobles.
Aquí se conjugaron diferentes variables que deben ser pensadas cuidadosamente. Ni la política ni la antipolítica (que es otra forma de la política) surgen de un día para el otro. Son parte de procesos más amplios y difíciles de asir. Aquí por supuesto debemos pensar en los aciertos que se dieron fundamentalmente a partir de la derrota de junio. Aciertos políticos que en un escenario de todo o nada empezaron a consolidar una identidad política para el kirchnerismo. Lo que hasta ese momento, por obra de las buenas elecciones, sólo se mostraba en ciertos retazos (sobre todo en los DDHH), empezó a surgir como un camino de ida sin retorno (SIPA, AUH, Ley de Medios, Reforma Política). Esas leyes fueron la plataforma de lo que se expresó en las calles en este mayo. Esas manifestaciones fueron el correlato de aquella derrota. Aquella derrota fue el inicio, quizá, de otra política. No de otra forma, sino de otras cuestiones, de otro Programa. Ese Programa todavía incipiente es el que debe convocarnos. Están esperando que sus páginas continúen escribiéndose a la luz de aquella derrota, pensando en todas las posibles victorias.
Nos han avisado: “aquí estamos”.

Lo que viene, lo que viene...

Yo no sigo el camino de los antiguos
busco lo que ellos buscaron
Basho

Hoy escuché dos comentarios similares ante la pregunta por los festejos del Bicentenario: la respuesta, en pocas palabras, fue que no debíamos estar festejando ni celebrando nada puesto que había hambre, inseguridad, conflicto en el país. De Narváez por un lado y Lanata por el otro llegaban a una misma conclusión desde lugares disímiles, tanto ideológica como biográficamente. Lo cual debe hacernos pensar en algo. Digo, cuando dos sujetos, con vivencias y creencias tan desencontradas comparten una misma visión sobre un suceso importante, cabe el lugar para permitirnos hacer la pregunta sobre qué es lo que expresa esta situación.
Decir que es improbable que en un mundo como el nuestro se llegue al hambre cero, para recién ahí poder festejar o celebrar me parece una pérdida de tiempo que el lector sabrá valorar (justamente el hecho de que no le hagamos perder el tiempo discutiendo ese argumento). Decir que el ánimo oposicionista-negacionista de ambos sujetos no les permite ni siquiera un digno sentido de la oportunidad, tampoco me parece que deba robarnos mayor tiempo que el que ya no le permitimos al anterior argumento. ¿Qué decir entonces? ¿Por qué puede ser que nos resulte importante que estos dos sujetos tan dispares hayan llegado a una misma visión? Si no podemos tener en cuenta el argumento obtuso del orden de prioridad (no podemos festejar nada hasta que el mundo sea bueno y justo) ni tampoco podemos tener en cuenta el hecho de que no les gusta el Gobierno de CFK-NK (porque no pueden dejar de asociar estos festejos con el Gobierno), ¿qué podemos decir?
Nada. Absolutamente nada. Y justamente eso es lo interesante del asunto. Creo que se está llegando a un punto en el que los comentarios que hasta ayer nomás hubiéramos gastado tinta y tiempo en discutir, en demostrar lo errados que estaban, en cómo a través de sus palabras operaba una ideología neoconservadora, etc, etc, ya no están mereciendo el tiempo y las ganas que sí, en un contexto de silencio (se rompió el espiral de silencio, como dice Artemio) valían la pena efectuar.
Creo que la estupidez a la que estábamos acostumbrados debe quedar a un costado del camino. No digo que le dejemos de prestar atención. Pero me parece que lo interesante es lo que está por venir. Si me preguntan, creo que vale la pena poner el cuerpo a lo que se asoma en la esquina. Eso sí merece nuestro tiempo. Y nuestra tinta.

martes, 18 de mayo de 2010

La pregunta por los intelectuales o la nostalgia del soltero empedernido


En algunos blogs y sitios se hizo patente una vez más que la discusión del presente con conceptos del pasado sólo tiene una salida segura: la nostalgia... (y la paja metal también)
Quiero decir: se discutió acerca de la función de los intelectuales como si estuviéramos reeditando una secuela de algún debate importante, de alguna revista perdida, de la década de los 70' (o 60' o 50').
¿Vale la pena esta discusión? ¿Nos lleva a algún lugar? ¿Existe un grupo al cual podemos llamar "intelectuales" y al cual podamos separar del resto de los mortales (al menos en el momento en que hacen de intelectuales? ¿En la época de lo "espectacular integrado", de la "comunicación generalizada", del "trabajo cognitivo", hay lugar para los intelectuales? ¿Podemos hacer una diferenciación clara entre los diversos saberes que se articulan en cualquier experiencia como para darle a cada uno de ellos un actor o representante asociado? ¿Cuándo es más "intelectual" una persona, cuando escribe ensayos o cuando es un funcionario y su decisión, influenciada por diversos agentes, impacta en un conjunto de prácticas y destinos?
Necesitamos nuevos conceptos para pensar el presente. Y, sobre todo, esos conceptos deben tener la posibilidad de ser puestos siempre en entredicho. ¿Cuándo se vio a un "intelectual" (de los que había en el pasado y de los que todavía creen serlo en el presente), al momento de pensar su propia práctica, su propia función, no decir algo así como que el “intelectual” era el que se enfrentaba a lo instaurado, al poder de turno, el que desenmascara todo lo que intenta ocultarse en las buenas voluntades, etc., etc.? Necesitamos poder pensarnos contradictorios, de la misma manera que necesitamos poder pensarnos dentro de proyectos más amplios que nuestra propia singularidad de nombre propio, más allá de las críticas que podamos efectuar para que esos proyectos mejoren. No plegados a una Identidad que nos subsume, sino siendo parte de una identificación siempre activa: del mismo modo que en el amor, en donde no existe la pareja ideal sino aquella que se va creando en el día a día. No criticamos siempre, ante cada situación, a nuestra pareja y, menos, públicamente. A veces lo hacemos de esa forma y otras en el contexto y espacio que disponemos para efectuarla.
Pero seguramente, aquellos que creen ser intelectuales piensan que su tarea es decir siempre lo que creen que está mal, más allá de que esto les cueste el amor. Si esto es así, pobre los intelectuales!!! Es decir, pobres aquellas personas que se creen dentro de un grupo, campo o colectivo, cuya única especificidad sería la de no poder dejar de criticar (aunque usemos este concepto en el buen sentido kantiano). Es improbable, por suerte, que una persona así exista. Por eso digo, todo este juego de discusión es una gran paja mental entre la nostalgia y la incapacidad de ligazón.
Estas personas que le reprochan a los “intelectuales” -a los otros, porque al hacerlo es como una queja corporativa, en la que intentan mostrar cómo sus compañeros de armas se han salido de la línea- su falta de opinión crítica al gobierno, de la misma forma que aquéllos que ante cualquier cosa más o menos interesante que se encuentre al lado de todo "oficialismo" -esos snob que siempre dicen "si, está bien, pero en realidad..." y en ese "pero" se apresuran a destruir lo que tengan enfrente, porque esas “es su tarea”-, son como una especie de solterones empedernidos. No hay mujer que les siente bien. Dicen que quieren casarse, pero cuando le presentás alguna candidata o "tiene mal aliento" o "los tobillos gordos" o "habla hasta por los codos", etc. El problema no son las mujeres (u hombres) que se le presentan sino que son ellos y su temor al compromiso con un otro. Su temor a perder su “singularidad”, su “capacidad crítica”, su "libertad".
Pero bueno, me parece que es una discusión de otra época y no estoy para la nostalgia. Sólo quería decir lo que me parecía esta situación (más de 350 comentarios!). Y, además, porque considero que aquéllas personas a las que se les está reclamando una voz crítica no se están pensando como “intelectuales” sino más bien como ciudadanos que intentan, justamente, ser parte de una creación colectiva.
Para cerrar quiero dejar un cuestionario. Según la respuesta que den, posiblemente encuentren que ya tienen una posición tomada acerca del asunto.
¿Cuándo era intelectual Rodolfo Walsh?
(Tachar con una cruz lo que crea correspondiente)

 Cuando era el escritor Rodolfo Walsh
 Cuando era el periodista Rodolfo Walsh
 Cuando era el militante Rodolfo Walsh
 Cuando era escritor y periodista pero no era militante
 Cuando era las tres cosas a la vez, es decir, cuando era simplemente Rodolfo Walsh
 Nunca

lunes, 17 de mayo de 2010

Sanz: vocero del país que quiere ser

¿Qué pueden esconder las declaraciones de Sanz, el presidente de la UCR? Digo, porque no puede haber sólo una lectura de lo que esconden esas palabras. Hay, por cierto, muchas lecturas que se van superponiendo como capas geológicas. Observar, analizar y estudiar cada capa te permite saber algo más de tu objeto, aprehenderlo con mayor fidelidad. De hecho, esas palabras hoy ya dejaron de ser de Sanz, vocero incontinente de una casta (para seguir pensando en capas) específica, delimitada, para ser justamente de todos aquellos que en su fuero interno resuelven sus conflictos de la misma forma, diciéndose a sí mismos: “el otro, el del márgen, amenaza lumpen de mi forma de vida, no quiere trabajar, no quiere ir a estudiar, sólo quiere drogarse, cortar las calles y que todo le venga servido en bandeja”, son unos “indígenas, unos salvajes”.

Pensar lo que dijo Sanz como una expresión aislada es un craso error que no nos podemos permitir. Como tampoco nos podemos permitir pensar que quien lo dijo es un “troglodita”. Sanz no está aislado y no es un troglodita. Que lo que dijo no me guste o que crea que no resiste un análisis empírico ni teórico, no me caben dudas. Pero me parece que estas frases hay que ponerlas en su marco justo. Sanz, cuando dice lo que dice, se convierte en la voz de un proyecto, de modo de ver el mundo. Por eso, decir que está aislado es no reconocer que este proyecto existe (el que conforman las Empresas de Telecomunicaciones, de la Agroquímica, agroindustria, Macri, De Narváez, Carrió, ect.) y decir que es troglodita es pensar que esas frases no se encuentran sustentadas por un trasfondo teórico, metodológico y, por supuesto, ideológico.

Me parece que devolverle a esas frases la fuerza programática que tienen (más allá de lo que haya querido decir Sanz; me parece que son las palabras las que hablan a través de él y no él a través de las palabras) es devolverle su real espesor, su verdadero grado de amenaza.

No me interesa discutir sobre el contenido lineal de esas palabras (obviamente estoy en total desacuerdo con la afirmación de Sanz por muchos motivos, pero no es eso lo que me interesa pensar en este momento en particular ya que muchos se han ocupado de refutarlo); lo que me interesa es no perder de vista que esas frases, esas palabras lanzadas desaforadamente por la radio, son una plataforma de acción para un proyecto de país real, es decir: posible. Quizá ahora algún floreado comunicador o experto en marketing político mesure y administre mejor las bocanadas acústicas de este señor, pero lo cierto es que ese especialista nada podrá hacer con el fondo de la cuestión (esa puerta está cerrada para él): dentro del plan de país que se viene (si esta gente accede al poder), está claro que una de las premisas o ejes será el desarme de todo lo que hasta aquí, en materia de seguridad social, se ha hecho. Zapatero al lado de éstos es Robin Hood.

Como dijo Diego Bossio, el Director Ejecutivo del ANSES: "Para el presidente de la UCR la pobreza se combate dándole dinero a los ricos, porque los pobres no saben administrarse"

miércoles, 12 de mayo de 2010

Dos más de Cobos: cuando creías que ya lo había hecho todo, él te vuelve a defraudar...

Estas son muy buenas:

Uno
Cuando creías que ya no le quedaba nada por decir, él te demuestra que la estupidez y el cinismo son una condición necesaria para la memoria a corto plazo, esa que te permite, como un viejo gagá (pero mucho antes de serlo por razones biológicas), decir cualquier cosa sin necesidad de que lo dicho guarde alguna coherencia histórica (el viejo gagá no resiste ningún archivo, pero el cinismo y la estupidez funcionan como vacunas ante la posibilidad de poder experimentar la propia incoherencia):

Cobos consideró que Néstor Kirchner no puede mantener su banca de diputado tras asumir en la Unasur
Y por casa???
DOS
Cuando creías que ya no quedaba nadie por traicionar, él te enseña que siempre hay alguien más:


Hace poco más de una semana se creó un grupo denominado Juventud Cobista (JC), el cual buscaba respaldar al vicepresidente Julio Cobos de cara a las elecciones presidenciales de 2011. Sin embargo, su existencia duró un suspiro y ya se disolvió porque el presidente del Senado no quiso recibirlos

martes, 11 de mayo de 2010

Qué es lo que le da vergüenza a Tenembaum?


1.
Hay una frase muy conocida (pero no por eso menos efectiva) de Karl Krauss que siempre que vuelvo a leer o rememorar me da mucha gracia: “No tener una idea y poder expresarla: eso hace el periodista”.
Siempre me gustó de Krauss esa capacidad para sintetizar, en breves pero punzantes estiletes, una idea, una situación o un modo de ser.
¿Cómo es que rememoré esa frase de Krauss?, se preguntarán; bueno, eso es toda una historia. Resulta que estaba leyendo algún diario en Internet cuando me crucé con una nota firmada por Ernesto Tenembaum titulada “Vergüenza ajena”. Como es alguien que me interesa leer, por diversos motivos, me tomé el trabajo. Pues bien, puedo decirles sin faltar a la verdad que toda la nota podría resumirse en un largo y tedioso acto de defensa corporativa de los “periodistas que hacen su labor” frente a los negadores-oposicionistas oficiales que buscan embarrar la memoria histórica.
Su gran tesis es la siguiente: el Gobierno (y toda la caterva de discursos que lo acompañan, llámese 678, Blogs K o lo que fuere), reconstruye la historia del país a través de un modelo binario de “buenos” y “malos” (no quiso decir amigo/enemigo, pero en el fondo es muy probable que lo haya pensado. Hasta quizá lo escribió pero se apresuró a borrarlo para no quedar pegado a la fantochada de Noticias). Donde ellos, el Gobierno y sus agentes de propaganda son los “buenos” y el resto, el conjunto de discursos independientes personificados por periodistas que han dado muestras en diferentes situaciones de su valentía histórica y su coraje ético son los “malos”. Y cito porque es muy gracioso cómo está planteado: “La operación es más o menos como sigue. En la historia argentina hay buenos y malos. Los buenos son buenos siempre y los malos son, obvio, malos siempre. Los buenos, hoy, son el Gobierno y todos los que los apoyan. Los malos, quienes critican. Como esa categoría ontológica –los buenos, los malos– no cambia con el correr del tiempo, está claro que los buenos de hoy son los mismos que los de la dictadura y ocurre algo similar con los malos. De manera que quien critica al Gobierno hoy está del lado de los malos y por ende era cómplice de la dictadura, no importa lo que haya hecho en aquellos años. Y, al revés: quien defiende al Gobierno hoy se transforma, sin solución de continuidad, en miembro de la resistencia en los setenta, tampoco importa lo aplicado que haya sido entonces”.
Tenembaum, a través de anécdotas que buscan resaltar la bonhomía y ética profesional de los perfiles en cuestión, hace exactamente lo mismo pero en sentido inverso: Por un lado está Néstor Kirchner y su mujer que son los malos, los que nunca hicieron nada por los Derechos Humanos, los que apoyaron la reelección de Menem junto con la “propaganda oficial”, los “berretas” que le causan “vergüenza ajena”. Por otro lado está Magdalena que es la buena de la película, la heroína que puso en cada momento histórico una palabra justa y sincera, cuando nadie ¬–o casi nadie- lo hizo.
En fin: la idea es ya mala de antemano y el problema no es que la plantee una vez sino que lo haga dos veces! En la primera critica la operación y en la segunda la hace efectiva para reponer sus personajes.

2.
Es importante que no se interprete que con esto estoy juzgando a Ruiz Giñazú ni al propio Tenembaum. Simplemente, no me gusta la forma en que se plantean las cosas. Es demasiado simplista reducir tanto a uno como a otro a una frase dicha en un momento particular de su historia personal. Creo que hay suficientes elementos como para hacer un análisis más exhaustivo y complejo (quiero decir rico) sobre cada uno de los personajes (me gusta pensarlos como personajes porque cada uno fue utilizado en el cuerpo de la nota de ET para un fin específico: ninguno tenía más vida que la que le otorgaba el propio autor de la nota, eran marionetas que le permitían decir, a través suyo, lo que él quería decir. Que se llamen como se llaman parece más bien una coincidencia). Entiendo que todo esto se debe a que por primera vez se ha puesto en cuestión la tarea misma del comunicador. Antes asistíamos a un cuestionamiento académico; ahora lo estamos viendo, valga la paradoja, por televisión. En vivo y en directo. En su propio territorio. Pero esto, por suerte, es sintomático de una época en la que todo está entrando en cuestión, incluso lo que antes parecía incuestionable (porque los medios, como ya nos lo enseñara El Principe, nunca se cuestionan). El problema es que en este caso, los protagonistas, los periodistas, no están acostumbrados: son como bebés que deben desarrollar su aparato digestivo. No pueden digerir todavía esta “leche maligna” y lanzan gases por doquier. Todo huele mal!

3.
En cada situación ponen en marcha el mismo mecanismo: privilegian el enfrentamiento entre las personas (en este caso los políticos contra algún representante del inmaculado “ente autónomo los periodistas”) en detrimento de la confrontación entre sus argumentos, es decir, lo que realmente deberíamos estar discutiendo. Pero se prefiere plantear el problema en términos de “Kirchner dijo esto o aquello”, “La Presidenta esto otro”, “Aníbal esto”, etc. Siempre es más fácil poner en tensión las contradicciones de los sujetos que discutir la cuestión de fondo. Es el modelo “noticia de chimentos” que gobierna, en la era de lo espectacular integrado, al periodismo autóctono. Es como decir: esa película es una cagada por las opiniones del Director o porque la actriz principal “es una soberbia”. Discutamos el argumento muchachos!!!

4.
Por último, me gustaría pensar -y manifestar- que la palabra o el concepto “vergüenza ajena” es demasiado “pesado” para la nota, incluso para el espíritu de la nota si se quiere, que nos plantea el propio Tenembaum. ¿Acaso decir que un periodista hizo esto o aquello, que un Fiscal trabajó con este o aquél o que un programa de la TV pública haga una canción con la idea de que somos unos boludos, puede causar vergüenza ajena? ¿Eso es lo que le causa vergüenza ajena a Tenembaum? Más allá de quien lo diga, me parece que la vergüenza ajena la debemos dejar para cuestiones de las que realmente nos debemos avergonzar y no ya en términos personales, como si viera Tinelli y me diera vergüenza ajena lo que veo; me parece que nos debemos interpelar como una experiencia compartida, la de la comunidad, la del país, sobre qué cosas son las que no debemos dejar pasar, las que debemos atender y solucionar y las que, de no resolver, nos deben no sólo dar vergüenza sino, sobre todo, dolor.
Por suerte hay algunas noticias recientes (que no quiero ni linkear porque ya todos saben de qué hablo) que van justamente en sentido inverso: hacen que la vergüenza histórica que formaba parte de mí como ciudadano, que era parte indisoluble de mi experiencia como habitante de este suelo, empiece a desaparecer. Pero sobre eso, mi estimado Tenembaum, no se habla. Salvo, por supuesto, la propaganda oficial.

sábado, 8 de mayo de 2010

Como en el 74... pero en el 2010



Hoy estuve en una conferencia en ANSES en la cual se presentaron los resultados del impacto que ha tenido la política pública más importante de los últimos tiempos: La Asignación Universal por Hijo. Impacto en la vida social, económica y política de nuestro país.

Hubo varios momentos, mientras escuchaba a los investigadores, en que se me puso la piel de gallina y un nudo, más complicado que el de la corbata, me obturó la traquea. El impacto que ha tenido sobre la indigencia y la pobreza es directo. Y el que va a tener en otras variables a mediano y largo plazo (salud, educación, trabajo) es aún mayor.

Los datos que se tomaron fueron los del 2009, los cuales se compararon con... los de 1974! El año de menor indigencia y pobreza y desocupación en el país desde que tenemos historia estadística. No el 83, no el 89, no el 95, no el 99... el 74.

Les recomiendo su lectura: clikeá acá.

viernes, 7 de mayo de 2010

Medios de comunicación... ¿el teléfono?


“Por eso podemos decir con orgullo que estamos instalados en el sentido común y en la cultura cotidiana de varias generaciones de argentinos. Quisiera ser aún más explícita: el diario son sus lectores”

Grupo Clarín, Misión y Visión (son palabras de Ernestina Herrera de Noble)


“Así como se suele hablar del rostro de una época o de un país, la expresión de una época se define también por su lenguaje”

Victor Klemperer, LTI. La Lengua del Tercer Reich


¡¿Por qué seguimos hablando de medios de comunicación?! Un medio de comunicación es el teléfono, del mismo modo que un medio de transporte es el colectivo, no El Rápido Argentino ni Chevallier. ¿Cómo puede ser posible que sigamos pensando que los grupos concentrados de la telecomunicación diversificada son “medios de comunicación”? Es un contrasentido que goza de mucha vitalidad, incluso hasta en los más críticos (esos debemos ser nosotros, supongo).


Victor Klemperer, a quien se cita en el segundo epígrafe, fue un filólogo que padeció la Alemania Nazi y la sobrevivió, entre otras cosas, porque su mujer era aria. Eso lo salvó de los campos de exterminio. En aquéllos años fue llevando un Diario (su balancín, como decía) en el que captó lo que llamó la LTI, la Lengua del Tercer Reich (pero en latín es tercer imperio y ahí concuerdan las letras). Decía Klemperer que el nazismo traía una nueva lengua, pero que no se constituía a partir de la invención de nuevas palabras sino que tomaba palabras aisladas (crispación), expresiones confusas (riesgo país, libertad de expresión), y formas sintácticas que imponían repitiéndolas millones de veces hasta que se adoptan de manera mecánica e inconciente (hay demasiados ejemplos...). Decía: “las palabras pueden actuar como dosis ínfimas de arsénico: uno las traga sin darse cuenta, parecen no surtir efecto alguno, y al cabo de un tiempo se produce el efecto tóxico”. Estamos envenenados y el veneno ya está en nuestra sangre.


Siento que con el concepto de “medio de comunicación” sucede esto. No lo ponemos en discusión y damos por sentado que es así. A lo sumo decimos: es un mal medio de comunicación (o algo por el estilo, con un lenguaje más sofisticado). El sólo hecho de seguir pensándolo como un medio ya es un problema. Ya empezamos con 3 jugadores menos y el referí comprado. Y digo referí porque esa es la figura, justamente, con la que juega la idea de medio: es algo neutral que está entre dos cosas, entre la noticia (la realidad) y vos. Porque el medio es sólo el “canal”, como dicen los lingüistas. No se mete: es independiente. Burrada peligrosas si las hay.


Es el momento de empezar a llamar a las cosas por lo que son. En este caso: empresas. Empresas súper diversificadas, con incumbencia en distintas ramas y diferentes industrias. Empresas que comercian con noticias o con discursos. Esta es la era de lo espectacular integrado (si tengo tiempo, luego escribiré sobre este concepto). Y una empresa, como todos saben, tiene intereses y esos intereses están identificados en la Misión y la Visión de la empresa. La misión es el motivo, el propósito, la razón de ser de toda empresa. Es lo que pretende cumplir en su entorno, lo que pretende hacer y el para quién lo va a hacer. Los accionistas tienen en claro a qué se dedica la empresa y cuál es su objetivo en la definición de su misión.


El primer epígrafe de esta entrada, casualmente, es el extracto de la misión y visión del Grupo Clarín que figura en su web (y son, además, las palabras de EHN). No tienen ningún pudor en dejar en claro su ideología: nosotros somos el sentido común. Lo que está por fuera de nosotros, es lo que no tiene sentido, lo ilógico, lo fuera de lugar. No hay separación entre el grupo y sus consumidores (ella dice el Diario y sus lectores, que es parte de lo mismo). Son (somos) una misma cosa. Sin autonomía. Ustedes piensan lo mismo que nosotros o nosotros decimos lo que ustedes piensan.


Es absurdo y peligroso seguir llamando medios de comunicación a estas empresas que comercian con el discurso. Si quieren, para no hacerlo tan “demodé”, hasta las podemos llamar Empresas de Telecomunicaciones. No importa. Lo que importa es que en esta batalla tengamos herramientas propias. Y una vez dicho esto, lo que realmente nos tenemos que preguntar, para pensar una nueva forma de llamar y pensar a esto que tenemos entre manos, es ¿qué es la comunicación? (sobre eso también me gustaría escribir algo). Por ahora, lo único que puedo decir es que la comunicación refiere a lo común, es decir, a lo que tenemos de común entre nosotros. Aquello que nos une pero que también nos separa. Por eso, si unas empresas pueden apropiarse de lo que tenemos en común entre lo hombres y hacer como si fuera propio y devolverlo totalmente masticado y digerido, entonces muchachos, estamos en el horno.

martes, 4 de mayo de 2010

El Documento Programático de Rodolfo Walsh: su Carta más "actual"








"Estos hechos, que sacuden la conciencia del mundo civilizado, no son sin embargo los que mayores sufrimientos han traído al pueblo argentino ni las peores violaciones de los derechos humanos en que ustedes incurren. En la política económica de ese gobierno debe buscarse no sólo la explicación de sus crímenes sino una atrocidad mayor que castiga a millones de seres humanos con la miseria planificada (...)
Dictada por el Fondo Monetario Internacional según una receta que se aplica indistintamente al Zaire o a Chile, a Uruguay o Indonesia, la política económica de esa Junta sólo reconoce como beneficiarios a la vieja oligarquía ganadera, la nueva oligarquía especuladora y un grupo selecto de monopolios internacionales encabezados por la ITT, la Esso, las automotrices, la U.S.Steel, la Siemens, al que están ligados personalmente el ministro Martínez de Hoz y todos los miembros de su gabinete"

Lo encerraron a Martínez de Hoz. Lo primero que se me vino a la cabeza fue la cita de Walsh que va como epígrafe de esta entrada (el primer párrafo). Y una vez más me convenzo de que la Carta Abierta a la Junta Militar de Rodolfo Walsh es uno de los documentos más importantes de la historia argentina. No sólo por el estilo y la precisión, por el contexto y la estructura argumentativa, sino también, y sobre todo, por la capacidad programática de la misma. A la luz de los hechos recientes, debo confesar que encuentro una nueva forma de leer esa carta (la cual ya he leído innumerables veces). Una forma extraña, como si fuera atemporal o, mejor dicho, como si fuera contemporánea. La leo como un documento recién salido del horno, que indica los pasos a seguir, lo que hay que hacer más que lo que se hizo.
Por qué digo que la Carta es programática? Porque nos muestra un Programa; de la misma manera que el documento de un Plenario, la Minuta de una reunión, la Plataforma de un Partido nos dicen qué hay que hacer, cuáles son los pasos a seguir o cuál es el programa al cual debemos ajustarnos, la Carta nos dice, desde hace más de treinta años, pero hoy, qué hay que hacer y por dónde empezar.
Me explico. Si seguimos los puntos de la Carta podemos concentrarnos en 4 ejes bien concretos: 1. la censura, el silencio, la desinformación y la tergiversación, es decir, la política comunicacional; 2. la política de desaparición de personas, la tortura y el asesinato; 3. la política económica; 4. la propia voz, el nombre propio (Walsh rubrica con su nombre y número de Cédula de Identidad la misiva, a sabiendas de las consecuencias pero “fiel al compromiso asumí hace mucho de dar testimonio en momentos difíciles”).
Estos 4 ejes bien identificados en la Carta de Walsh son los 4 pilares que hoy sostiene y profundiza el actual Gobierno, pese a lo que muchos quieran opinar en contrario (es como si Walsh nos dijera, hay que ir por la libertad de expresión y la verdad, por los militares asesinos, por los civiles ideólogos de la política económica de aniquilamiento y por la palabra recobrada y el cuerpo en acción): Una Ley de Medios de la democracia, plural, inclusiva; una clara política de Derechos Humanos, donde se enjuicia a los asesinos del pasado para fortalecer el futuro, a través de las Instituciones y de la Justicia; una política económica basada en un modelo productivo más que financiero, inclusivo más que excluyente, con el empleo y la Seguridad Social como banderas y, por último, la posibilidad de hablar nuevamente de política con voz propia, con nombre y apellido, diciendo aquí estamos, éstos somos.
Es como si ese documento, escrito hace más de treinta años, mostrara una nueva faceta y recobrara su actualidad ya no como documento histórico sino como un documento de estrategia para los tiempos actuales. Un pequeño Manual de Acción no sólo para el militante sino también, y sobre todo, para el gobernante.
Una vez más, siento que Walsh está entre nosotros, mirando hacia el frente y diciendo, con la exactitud y precisión de un reloj suizo, “yo les dije, las causas que hace más de veinte años mueven la resistencia del pueblo argentino no estarán desaparecidas sino agravadas por el recuerdo del estrago causado y la revelación de las atrocidades cometidas"... yo les advertí...

lunes, 3 de mayo de 2010

Por un mundo sin periodistas "en negro"

Cada vez me convenzo más de que los periodistas de algunos de los “grupos”, en esta era de lo espectacular integrado, son como trabajadores en negro.
Cuál es la semejanza?
Pues bien: cualquier trabajador en negro puede saber que está en negro o puede ser engañado. Digamos, como para ilustrar con un ejemplo, que el Contador de la empresa le liquida el sueldo con los correspondientes descuentos pero nunca los hace efectivos y se queda con el dinero. En ambos casos, tanto en el que es parte del engaño como en el que es objeto, el trabajador siempre comprende su real situación cuando enfrenta un problema: va al Sanatorio y ahí se entera que no tiene Obra Social o se quiere jubilar y se entera que no le han hecho algún aporte. Frente a estos sucesos, si era parte del engaño maldice su condición; si era el engañado, maldice no sólo su condición de trabajador sino a sus patrones.
Frente a esta situación, el trabajador tiene dos posibilidades: o denuncia a sus jefes y, casi seguro, pierde su trabajo o sigue trabajando en esa situación porque es la única forma de conservar su relación laboral. Y todos sabemos lo importante que es tener y mantener un trabajo.
Cuando escucho a los periodistas hablar y defender a los patrones no dejo de pensar, en el fondo, de que su relación es similar a la que acabo de describir. Pero no a los que levantan la voz, puesto que estos son cómplices del engaño. Incluso son pro-activos en el engaño. Sino que me refiero a los periodistas de la oficina de redacción. Muchos de ellos sin firma. Pero todos igualmente engañados. Al fin y al cabo, son trabajadores que en el conflicto comprenden la estafa de la que son parte, pero, al igual que los otros casos, si lo denuncian saben que pierden su trabajo y es por ello que prefieren (obligados) seguir en el anonimato, masticando bronca y jurándose a sí mismos que algún día, no muy lejano, podrán salir y contar a viva voz cómo se vive en un régimen que no permite ningún tipo de libertad.
En el primer caso, la estafa es económica. En el segundo es ética.

Presentación

Qué es un mapa sino la representación de un territorio. Pero todos sabemos que un mapa no es el territorio, del mismo modo que una noticia no es la realidad; sin embargo, utilizamos el mapa como si fuera esa porción de tierra a explorar y creemos en las noticias como si ellas nos debelaran in situ el acontecer del hecho.
Un mapa no es más que una orientación, una guía. A veces, la mano del cartógrafo es más honesta que otras, pero por más que lo desee, el mapa jamás podrá contener la vastedad irregular y silvestre del territorio. La violencia del territorio no puede ser codificada entre líneas y puntos; sus accidentes exceden toda voluntad científica, de la misma manera que lo real, esa brasa que quema la palma de la mano, no puede ser configurada por las letras del tabloide, las imágenes de la TV o los píxeles de la web.
Aquí intentaremos rendir homenaje al anónimo territorio que día a día fluye por nuestras vidas. A sabiendas de que miles de voces lo componen. Una de ellas, claro está, es la nuestra. Sabemos que no podemos, ni lo deseamos, convertirnos EN la voz que venga a poner justicia al territorio silenciado. No, al fin y al cabo, nuestras palabras eligen este medio, este campo de batalla, puesto que nuestra tarea es la de disputar, en esta dinámica contienda del S.XXI, el trazo más fiel a la oralidad de los lugareños. Somos cartógrafos, exploradores, agrimensores buscando una planicie y mirando a las estrellas. Queremos hacer nuestro camino...
Para terminar y retomando lo que decía: el mapa no es el territorio, es cierto, pero no todos los mapas son lo mismo.
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