martes, 16 de agosto de 2011

Las razones de la derrota o cómo seguir perdiendo en el análisis


Entre ayer y hoy estuve atento, como hacía tiempo no lo estaba, a lo que sucedía en la televisión. Es que “el suceso” fue tan impactante, que no quería perderme ni una sola palabra, ni un solo gesto, de lo que pudiera producirse dentro de ese esquema cerrado que es la mediatización de lo real, su construcción a través de opiniones, intereses y fundamentos casi siempre similares. Lo que pude percibir, luego de esta dichosa sobredosis, entre otras cosas (y quizá esto es lo que más me ha llamado la atención y me provoca estas líneas) es que la mayoría de los análisis, por no decir la totalidad, hablan de las causas de la derrota que le propinó Cristina (iba a decir el gobierno, pero su figura me seduce, no puedo evitarlo) a los candidatos de la oposición, enfocándose específicamente en las características de los propios actores que conformaban ese sedimento geológico que denominamos oposición y no tanto en las virtudes del tándem ganador. Lo cual, en semejante diferencia, parece absurdo. Es como si dijera: bueno, yo no le gano a Federer, en primer lugar, porque no estoy en forma, hace años que no juego al tenis, estoy recién operado de los ligamentos y, en segundo lugar, porque no supe elegir mi entrenador. No es que quiera comparar situaciones ni pecar de soberbia (humildad ante todo, como nos recomiendan), pero sucede que intento llevar todo esto al absurdo para mostrarlo en su real dimensión.
Son 2 los ejes sobre los que se sienta esa mirada del analista (que se muere por tocar…): primero, que no supieron hacer las alianzas correctas y, segundo, que no supieron comprender lo que el pueblo esperaba de ellos. Sobre esto, caben hacer dos líneas de análisis: la primera es que no siempre la política es una cuestión de formas. A veces sucede que las formas tienen mayor influencia, esto es, que las alianzas partidarias, las alianzas de partidos con otros actores con mayor poder que ellos, la construcción mediática de un candidato, etc., tienen un mayor peso por sobre el contenido: el mapa es más importante que el territorio. Y, por otro lado, tampoco es cosa de que los candidatos vayan virando para donde va el viento (esta cosa de no supieron comprender lo que quería el pueblo). Si el pueblo quiere volver a los 90’ está claro que nosotros no vamos a cambiar nuestro rumbo por eso, sino que vamos a pelear de acuerdo a nuestras convicciones. Vamos a morir con las botas puestas, de eso no caben dudas. Pero como los opinólogos, analistas políticos, periodistas, etc., no se manejan de esa forma y pueden cambiar el tono de una crónica sólo porque la redacción así lo requiere, entonces no comprenden esta dificultad de travestirse con los ropajes de la ocasión. Ese punto muestra un problema del análisis y es aquel que tiene que ver con la ineficacia de analizar la política con las reglas del mercado.
El otro punto de análisis tiene que ver con algo muy distinto. Y es la incapacidad de percibir que aquí no se deben buscar las causas de la derrota en las falencias de la oposición, sino en la propia performance del gobierno. Es evidente muchachos, que cuando alguien gana por una diferencia tan marcada y contundente, lo que hay que ver es qué, de lo que hace cotidianamente, qué, de lo que cree de manera irrenunciable, hizo posible esa diferencia. Hay que buscar dentro del gobierno y no fuera de él; hay que buscar en Cristina y no en Duhalde-Alfonsín-Binner-R.Saa-Carrio. Cuando te dan una paliza, como la que me puede dar Federer a mí, no deben preguntarse qué hice mal, sino que deben hacer hincapié en todas las cosas que hizo bien Federer. Cuando comprendan esa diferencia sustancial (y con esto no quiero decir que no se haga un análisis al interior de los partidos que no sacaron los votos que esperaban, por supuesto que ellos deben hacerlo, para saber en qué pueden mejorar, eso es siempre recomendable), van a empezar a reconstruir los lazos con la realidad que han ido perdiendo en todo este tiempo. Porque una de las cosas que aquí se ha hecho visible es la ruptura del medio como medio. Es decir: si se le dice medio es porque oficiaba entre una realidad bruta y un espectador. Lo que hacían era mediar entre ambos y producir una realidad neta. Pues bien, lo que el domingo nos deja de corolario, es que el pueblo (la gente, los ciudadanos, etc.) ha encontrado la forma de netear su propia realidad; la han tomado en estado bruto y han conseguido edificar sus propios relatos con el mínimo de mediaciones externas. Ese ha sido un triunfo histórico. Un triunfo de la política. Porque, al fin y al cabo, las causas de la derrota, son políticas. Y Volviendo a la política es como se debe llamar el juego al que, estimados, deberían empezar a jugar.
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