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martes, 16 de agosto de 2011

Las razones de la derrota o cómo seguir perdiendo en el análisis


Entre ayer y hoy estuve atento, como hacía tiempo no lo estaba, a lo que sucedía en la televisión. Es que “el suceso” fue tan impactante, que no quería perderme ni una sola palabra, ni un solo gesto, de lo que pudiera producirse dentro de ese esquema cerrado que es la mediatización de lo real, su construcción a través de opiniones, intereses y fundamentos casi siempre similares. Lo que pude percibir, luego de esta dichosa sobredosis, entre otras cosas (y quizá esto es lo que más me ha llamado la atención y me provoca estas líneas) es que la mayoría de los análisis, por no decir la totalidad, hablan de las causas de la derrota que le propinó Cristina (iba a decir el gobierno, pero su figura me seduce, no puedo evitarlo) a los candidatos de la oposición, enfocándose específicamente en las características de los propios actores que conformaban ese sedimento geológico que denominamos oposición y no tanto en las virtudes del tándem ganador. Lo cual, en semejante diferencia, parece absurdo. Es como si dijera: bueno, yo no le gano a Federer, en primer lugar, porque no estoy en forma, hace años que no juego al tenis, estoy recién operado de los ligamentos y, en segundo lugar, porque no supe elegir mi entrenador. No es que quiera comparar situaciones ni pecar de soberbia (humildad ante todo, como nos recomiendan), pero sucede que intento llevar todo esto al absurdo para mostrarlo en su real dimensión.
Son 2 los ejes sobre los que se sienta esa mirada del analista (que se muere por tocar…): primero, que no supieron hacer las alianzas correctas y, segundo, que no supieron comprender lo que el pueblo esperaba de ellos. Sobre esto, caben hacer dos líneas de análisis: la primera es que no siempre la política es una cuestión de formas. A veces sucede que las formas tienen mayor influencia, esto es, que las alianzas partidarias, las alianzas de partidos con otros actores con mayor poder que ellos, la construcción mediática de un candidato, etc., tienen un mayor peso por sobre el contenido: el mapa es más importante que el territorio. Y, por otro lado, tampoco es cosa de que los candidatos vayan virando para donde va el viento (esta cosa de no supieron comprender lo que quería el pueblo). Si el pueblo quiere volver a los 90’ está claro que nosotros no vamos a cambiar nuestro rumbo por eso, sino que vamos a pelear de acuerdo a nuestras convicciones. Vamos a morir con las botas puestas, de eso no caben dudas. Pero como los opinólogos, analistas políticos, periodistas, etc., no se manejan de esa forma y pueden cambiar el tono de una crónica sólo porque la redacción así lo requiere, entonces no comprenden esta dificultad de travestirse con los ropajes de la ocasión. Ese punto muestra un problema del análisis y es aquel que tiene que ver con la ineficacia de analizar la política con las reglas del mercado.
El otro punto de análisis tiene que ver con algo muy distinto. Y es la incapacidad de percibir que aquí no se deben buscar las causas de la derrota en las falencias de la oposición, sino en la propia performance del gobierno. Es evidente muchachos, que cuando alguien gana por una diferencia tan marcada y contundente, lo que hay que ver es qué, de lo que hace cotidianamente, qué, de lo que cree de manera irrenunciable, hizo posible esa diferencia. Hay que buscar dentro del gobierno y no fuera de él; hay que buscar en Cristina y no en Duhalde-Alfonsín-Binner-R.Saa-Carrio. Cuando te dan una paliza, como la que me puede dar Federer a mí, no deben preguntarse qué hice mal, sino que deben hacer hincapié en todas las cosas que hizo bien Federer. Cuando comprendan esa diferencia sustancial (y con esto no quiero decir que no se haga un análisis al interior de los partidos que no sacaron los votos que esperaban, por supuesto que ellos deben hacerlo, para saber en qué pueden mejorar, eso es siempre recomendable), van a empezar a reconstruir los lazos con la realidad que han ido perdiendo en todo este tiempo. Porque una de las cosas que aquí se ha hecho visible es la ruptura del medio como medio. Es decir: si se le dice medio es porque oficiaba entre una realidad bruta y un espectador. Lo que hacían era mediar entre ambos y producir una realidad neta. Pues bien, lo que el domingo nos deja de corolario, es que el pueblo (la gente, los ciudadanos, etc.) ha encontrado la forma de netear su propia realidad; la han tomado en estado bruto y han conseguido edificar sus propios relatos con el mínimo de mediaciones externas. Ese ha sido un triunfo histórico. Un triunfo de la política. Porque, al fin y al cabo, las causas de la derrota, son políticas. Y Volviendo a la política es como se debe llamar el juego al que, estimados, deberían empezar a jugar.

miércoles, 6 de octubre de 2010

Mercedinos al palo

Uno es consciente a esta altura que el medio, cualquiera sea, tiene sus propias instrucciones de uso. Es ingenuo pensar que una herramienta es neutral: si un martillo es utilizado por el carpintero es una cosa, en cambio dénle un martillo a un niño y seguramente pensará que todo debe ser martillado. Por ende, es bueno pensar que uno puede utilizar herramientas para determinado fin pero siempre teniendo en cuenta que esas herramientas, en la medida en que las utilizamos, producen algún cambio en nosotros y en las prácticas que realizamos.

Con la televisión pasa algo así. Están los que valoran su eficacia para transmitir información y los que, justamente, la critican por desinformar. Más saludable sería pensar en cambio que en su complejidad coexisten ambas posibilidades y que, si bien el medio nos impone ciertas reglas de uso, también estas pueden ser doblegadas para decir algo que, en principio, no estaba previsto.

Así pasó el día de ayer en el programa "Otro Tema" de Santo Biasatti. La discusión era sobre el proyecto por el nuevo servicio militar tan mentado por el inescrupoloso e ineficiente Julio Cobos. Como nota color del debate, el Programa había invitado a un grupo de compañeros mercedinos que estaban "haciendo algunas prácticas sociales" en un barrio carenciado de la ciudad de Mercedes, Buenos Aires. Lo que no se esperaba Biasatti (pobre el agente de producción que tuvo la idea de invitar a estos "pibes") era que estos compañeros iban a bajar tremendo discurso!! Cuando seguramente lo que esperaba era un cuentito lavado sobre cómo los pibes hacen lo que el Estado no, se encontró con que esos pibes tenían bien en claro que sus actividades se encontraban enmarcadas en una política nacional y que la posibilidad de que creciera tanto cuantitativa como cualitativamente no dependía de simple voluntarismo sino de creer y comprometerse con el destino de esas políticas.

Vuelvo a decir: tremendo discurso el del compañero Juan Ustarroz. Cuando la palabra es recobrada, cuando la voz es recuperada, no hay espacio ni medio en donde el silencio pueda acallar la contundencia de los hechos. A diferencia de lo que dice Biasatti al final de la entrevista: "los felicito más por lo que hacen que por la entrevista", hay que decir: "los felicitamos, no sólo por lo que hacen, sino también por lo que piensan sobre aquéllo que hacen". Esto es parte de una nueva conciencia que la militancia tiene sobre la comunicación. Esto es un indicio más del saludable camino que hemos emprendido, como dice otro compañero, "a paso de vencedores".

Dejo el video, seguramente mucho más interesante que este prólogo ensayado.

viernes, 4 de junio de 2010

8 Tesis sobre los Reventados

Sigo con mi hipótesis enunciada –implícitamente- en el anterior post: “El reventado, como una forma de ser, es la que triunfó en el ciclo 1974/2008”. Hoy, la madre de todas las batallas no es contra un grupo en particular sino contra una forma de entender y hacer el mundo. La forma en que hacemos política (a corto plazo), la forma en que se presentan las nuevas condiciones del trabajo (flexibilidad), la forma en que construimos nuestro relato (sin memoria colectiva).

Van aquí las 8 tesis sobre el reventado. Una primera forma de acercamiento:

I. Su única ley es la del instante, la de la oportunidad

El reventado no tiene una estrategia ni planifica un esquema de operaciones; el reventado está agazapado como un cazador furtivo, al acecho de su presa, “la oportunidad”. Tiene poco tiempo para apresarla y hacerla suya, de modo que sus movimientos son rápidos. El reventado gana en velocidad, “te copa la parada”. Hace de su falta de equipaje una virtud que le permite primeriarte la ocasión

II. El reventado no tiene ideología

Para el reventado la ideología es un equipaje pesado, que te propone un modelo de pensamiento siempre rígido al que vos aggiornás a la realidad. En cambio, el reventado no quiere aggiornar la realidad a ningún pensamiento sino, él es flexible, se acomoda a cualquier situación de manera tal de poder sacar ventaja. El reventado no quiere estar atado a nada que le quiete velocidad. Hay que tener siempre presente que su Ley es la del instante

III. Su mundo es el del “corto plazo”

No existe el “largo plazo” en el ideario del reventado. Pensar en esos términos requiere de un compromiso a futuro, de la búsqueda de objetivos que no se encuentran al alcance de la mano. En cambio, en el “corto plazo” del reventado todo es para aquí y ahora, el objetivo es ya.

IV. El reventado desdeña de la memoria

Toda memoria se compone de un relato, de un conjunto de costumbres, de una identidad de larga duración que el sujeto elabora en función de lo que le ha sucedido en la vida, pero siempre con un denominador común, con rasgos que la identifican sobre cualquier otro relato. El reventado, en cambio, es una suma de episodios y fragmentos cuya única conexión es la posición que se ocupa en el tablero en el momento de la oportunidad (haber estado en el lugar correcto, en el momento correcto).

V. El reventado no conoce la lealtad ni el compromiso

Tanto uno como el otro se establecen en relaciones duraderas, en la búsqueda de objetivos comunes. Uno no puede comprometerse con la contingencia del instante y la lealtad es, para el reventado, tan restrictiva como la ideología y la memoria. Son como el sobretodo en un día de calor: le pesan, no le sirven, no se puede mover con comodidad. Su equipaje es liviano, en su mochila lleva lo imprescindible, un cepillo de dientes y una muda de ropa

VI. El reventado prioriza las elecciones individuales por sobre los proyectos y acciones colectivas

Al ser el instante su única Ley, no tener ideología, vivir en un mundo cortoplacista, sin memoria, ni lealtad ni compromiso, es evidente que los proyectos colectivos son una pérdida de tiempo. Son una barrera a franquear, un obstáculo que le puede impedir cazar su presa en el único momento en que ésta asoma su cabeza entre los matorrales. La elección debe ser individual, no estar atada a nada ni nadie

VII. Sus armas son la velocidad y la flexibilidad

El reventado es liviano como una pluma y flexible como un chicle. Se estira y se moldea. Su campo de operaciones es el de la incertidumbre. Ahí se siente como en casa. Cuenta con una cartera llena de tretas y sus tácticas son irregulares. Su único plan es ser rápido y certero en la primera oportunidad que se le presente. Tiene una gran creatividad, puesto que debe resolver una encrucijada en cuestión de segundos.

VIII. El modelo de razonamiento del reventado es el de la metis

Aquí nos ponemos más teóricos. La metis es una “categoría mental”, no una noción, que se utilizaba en la Grecia antigua para diferenciar una forma de comprender, una forma de razonar, con diferentes parámetros, no tan lógicos y matemáticos como los que conocemos los occidentales. Marcel Detienne y Jean Pierre Vernant han escrito un libro al respecto, Las artimañas de la inteligencia, en el cual nos dicen: La metis es una forma de inteligencia y pensamiento, un modo de conocer. Implica un conjunto complejo, pero muy coherente, de actitudes mentales y de comportamientos intelectuales que combinan el olfato, la sagacidad, la previsión, la flexibilidad de espíritu y la simulación, la habilidad para zafarse de los problemas, la atención vigilante, el sentido de la oportunidad, habilidades diversas y una experiencia largamente adquirida. Se aplica a realidades fugaces, movedizas, desconcertantes y ambiguas, que no se prestan a la medida precisa, al cálculo exacto o al razonamiento riguroso”. El reventado es cien por ciento pura metis.

Todos tenemos algo de reventados en nuestra propia herencia. “La nostalgia del 1 a 1”, como me dijo un amigo. Siempre resulta más fácil luchar contra otro y, mucho mejor, si ese otro es pasible de delimitar. Uno a uno, como en el barrio. A las trompadas. Mucho más difícil es luchar contra la niebla, más aún si es parte de uno mismo.

Sigo pensando que estamos a mitad de camino entre dos épocas, entre el duelo y el parto. En pleno quilombo. Nunca me he sentido mejor.

martes, 1 de junio de 2010

La decadencia de los reventados o cómo decir algo de los 90'



Como dijo Desiderio, perdimos los radicales pero ganamos los peronistas (...)

Siempre al costado Vitaca, uno tiene que subirse al carro y chau.

Si no te hacen lugar, hacételo de prepo, heróico,

como Tarzán, en pelotas y a los gritos

Jorge Asís, Los Reventados (1974)


En un excelente post se planteó la siguiente pregunta: ¿cuándo terminaron los 90’?. De por sí ya es una pregunta que condiciona, en cierta medida, la respuesta, ya que da por sentado que terminaron y sólo falta ponerle una fecha. La pregunta debería ser, por ende, doble: ¿terminaron los años 90’? Y si la respuesta es afirmativa, ¿cuándo terminaron? Sin embargo, esto no me termina de cerrar. Creo que hay una pregunta previa que es necesario contestar (o al menos intentar tener una aproximación a una respuesta que nos permita avanzar) para poder responder éstas dos. A saber: ¿qué decimos cuando hablamos de los 90’, qué significan realmente para nosotros?

En pocas palabras, creo que los 90’ son el ascenso al poder de “los reventados”. La culminación de un ciclo que comienza a principios de la década de los 70’, alcanza su cumbre más alta a mediados de la década de los 90’ y de ahí comienza un descenso sinuoso y calmo hasta la picada final y apresurada en donde choca, abruptamente, contra una realidad hostil que dejó de vivar el ideario reventado, para comenzar a preguntarse y ahora qué hacemos. Esto es: el 19 y 20 de diciembre de 2001. El umbral entre este final y una nueva época que todavía debe ser pensada y que reclama a gritos los conceptos para ello, es el que va de diciembre de 2001 a mayo de 2003 (25 de mayo de 2003 para ser más precisos).

Pues bien, ¿qué son los reventados?, se preguntarán. Y ¿por qué este ciclo de casi 30 años? Los Reventados es una novela de Jorge Asís (el reventado por excelencia) publicada en el año 1974. En el especial año de 1974 que, según la memoria estadística de este país, es el año con menor desocupación, menor pobreza y cero indigencia de nuestra historia. Es decir un año de pleno empleo, de producción, de consumo. Después veremos qué significa esto en el ciclo reventado. Volviendo a la novela: ésta cuenta la historia de un grupo de personajes que intentan “salvarse” vendiendo póster de Perón en el día de su regreso –truncado- a Ezeiza. En el inicio de la novela se nos dice claramente qué son los reventados: “Reventados (sin un peso en las faltriqueras, sin siquiera poder salir a la calle, eternamente en la oficina fumando los cigarrillos que la noviecita de Willy les había obsequiado la noche anterior, mirándose, deletreando ocasionalmente algunas palabras tal vez salvadoras, algunas ideas que los rescataran del precipicio, esbozando alguna posibilidad de salvación, las posibilidades más delirantes, una revista sobre magia, algo sobre el prode, una campaña de publicidad), Willy y Cristóbal pasaban las horas”. O: “... uno siempre vive a la deriva, dispuesto, preparado para salvarse”.

Los reventados son los cazadores furtivos al acecho de la presa, del instante fugaz que corresponde a toda oportunidad. Siempre dispuesto a pegar el zarpaso para salvarse. Hay un sentido del olfato, una agudización de la vista. No hay un pensamiento racional que lo sustente ni un programa, tampoco una ideología, hay más bien un pensamiento corporal, instintivo. Una astucia.

Creo que para comprender este ciclo de ascensión del reventado, lo mejor es interrogar el derrotero del propio Asís. Veamos: Jorgito comienza su militancia política en el PC. Esta novela que hoy estamos tratando es publicada por la revista Crisis (una de las mejores revistas que tuvo el país, sino la mejor). Obtuvo además la Primera Mención del concurso de Casa de las Américas de 1974 (un premio que tuvo, entre otros, el gran David Viñas). A partir del año 76’ comienza a ser parte del Diario Clarín. Como un reventado sin ánimo de esconder ningún amague, nos dice que le dicen: “Tenés que ser el orificio por donde respira el diario, el Clarín”. Casi con claridad, y está contado en otro libro mío, Diario de la Argentina, me dicen: “Nosotros estamos con el proceso militar en lo político pero estamos en contra del equipo económico Martínez de Hoz”. En aquel tiempo estaban los desarrollistas, frigeristas, con el control ideológico de Clarín, todo lo que sea crítica a la cuestión económica era bastante bienvenido porque el desarrollismo aspiraba a quedarse con la parte económica del proceso. Todas estas cosas, que yo las entiendo después, pero en ese momento, para mí era un laburo que me salvaba. (la cursiva es mía). Ya en 1984, en plena fama gracias a Flores robadas... escribe su novela sobre Clarín (Diario de la Argentina) en la cual rompe directamente con el Diario y a partir de ahí empieza su época de ostracismo hasta que finalmente, como en un manotazo de ahogado digno de un reventado con todas las letras, se “reconvierte a la política”: “Pero con la política –nos dice–, en muy poco tiempo, otra vez otro gran salto mío, termino como Su Excelencia en París”.

De militante del PC, premiado en Casa de las Amércias, Cuba, a embajador en París y Secretario de Cultura con Menem. Este viaje más que interesante es una expresión, un reflejo concentrado, del ciclo de ascensión del reventado al poder en la Argentina.

A través de esta sucinta síntesis he intentado dar una respuesta a lo que creo yo que simbolizan los 90 como época. Una época signada por fuertes variables políticas y económicas pero también culturales. Que se inicia en un momento donde el país está muy bien económicamente, donde se comienza a concretar la vuelta de Perón y donde la cultura pop está en pleno auge. De ahí en más: Dictadura, la bicicleta, la vuelta a la democracia, la Coordinadora, los Capitanes de la Industria, Clarín siendo más que un Diario, la híper, Menem (el pico más alto del ciclo), Clarín ya siendo el gran multimedia, y la Alianza. Todo eso termina de explotar en diciembre de 2001.

¿Terminaron entonces los 90’? Yo creo que sí. Aunque no creo que el reventado haya conocido todavía su ocaso. Estimo que esa posibilidad todavía es remota, ya que mantiene sus raíces muy hundidas en la tierra. Tardará un tiempo estimable en diluirse como una helada braza. Sin embargo, creo que ya ésta figura no gobierna, por la simple razón que los canales de discusión y de acción antes obturados han comenzado a perder toda la mugre que no los dejaba fluir. Si el umbral que separa una época de otra lo ubico entre diciembre de 2001 y mayo de 2003, me parece que junio de 2008 es la fecha en que esta nueva época, todavía por ser transitada y pensada, comienza a tomar forma. A partir de la derrota el kirchnerimo, se me ocurre, encontró su propia identidad. Y en esa identidad, el reventado ya no tiene lugar: no porque se haya dejado de jugar por todo o nada (eso está más vivo que nunca) sino porque los objetivos de ese todo o nada, han cambiado radicalmente.

martes, 18 de mayo de 2010

La pregunta por los intelectuales o la nostalgia del soltero empedernido


En algunos blogs y sitios se hizo patente una vez más que la discusión del presente con conceptos del pasado sólo tiene una salida segura: la nostalgia... (y la paja metal también)
Quiero decir: se discutió acerca de la función de los intelectuales como si estuviéramos reeditando una secuela de algún debate importante, de alguna revista perdida, de la década de los 70' (o 60' o 50').
¿Vale la pena esta discusión? ¿Nos lleva a algún lugar? ¿Existe un grupo al cual podemos llamar "intelectuales" y al cual podamos separar del resto de los mortales (al menos en el momento en que hacen de intelectuales? ¿En la época de lo "espectacular integrado", de la "comunicación generalizada", del "trabajo cognitivo", hay lugar para los intelectuales? ¿Podemos hacer una diferenciación clara entre los diversos saberes que se articulan en cualquier experiencia como para darle a cada uno de ellos un actor o representante asociado? ¿Cuándo es más "intelectual" una persona, cuando escribe ensayos o cuando es un funcionario y su decisión, influenciada por diversos agentes, impacta en un conjunto de prácticas y destinos?
Necesitamos nuevos conceptos para pensar el presente. Y, sobre todo, esos conceptos deben tener la posibilidad de ser puestos siempre en entredicho. ¿Cuándo se vio a un "intelectual" (de los que había en el pasado y de los que todavía creen serlo en el presente), al momento de pensar su propia práctica, su propia función, no decir algo así como que el “intelectual” era el que se enfrentaba a lo instaurado, al poder de turno, el que desenmascara todo lo que intenta ocultarse en las buenas voluntades, etc., etc.? Necesitamos poder pensarnos contradictorios, de la misma manera que necesitamos poder pensarnos dentro de proyectos más amplios que nuestra propia singularidad de nombre propio, más allá de las críticas que podamos efectuar para que esos proyectos mejoren. No plegados a una Identidad que nos subsume, sino siendo parte de una identificación siempre activa: del mismo modo que en el amor, en donde no existe la pareja ideal sino aquella que se va creando en el día a día. No criticamos siempre, ante cada situación, a nuestra pareja y, menos, públicamente. A veces lo hacemos de esa forma y otras en el contexto y espacio que disponemos para efectuarla.
Pero seguramente, aquellos que creen ser intelectuales piensan que su tarea es decir siempre lo que creen que está mal, más allá de que esto les cueste el amor. Si esto es así, pobre los intelectuales!!! Es decir, pobres aquellas personas que se creen dentro de un grupo, campo o colectivo, cuya única especificidad sería la de no poder dejar de criticar (aunque usemos este concepto en el buen sentido kantiano). Es improbable, por suerte, que una persona así exista. Por eso digo, todo este juego de discusión es una gran paja mental entre la nostalgia y la incapacidad de ligazón.
Estas personas que le reprochan a los “intelectuales” -a los otros, porque al hacerlo es como una queja corporativa, en la que intentan mostrar cómo sus compañeros de armas se han salido de la línea- su falta de opinión crítica al gobierno, de la misma forma que aquéllos que ante cualquier cosa más o menos interesante que se encuentre al lado de todo "oficialismo" -esos snob que siempre dicen "si, está bien, pero en realidad..." y en ese "pero" se apresuran a destruir lo que tengan enfrente, porque esas “es su tarea”-, son como una especie de solterones empedernidos. No hay mujer que les siente bien. Dicen que quieren casarse, pero cuando le presentás alguna candidata o "tiene mal aliento" o "los tobillos gordos" o "habla hasta por los codos", etc. El problema no son las mujeres (u hombres) que se le presentan sino que son ellos y su temor al compromiso con un otro. Su temor a perder su “singularidad”, su “capacidad crítica”, su "libertad".
Pero bueno, me parece que es una discusión de otra época y no estoy para la nostalgia. Sólo quería decir lo que me parecía esta situación (más de 350 comentarios!). Y, además, porque considero que aquéllas personas a las que se les está reclamando una voz crítica no se están pensando como “intelectuales” sino más bien como ciudadanos que intentan, justamente, ser parte de una creación colectiva.
Para cerrar quiero dejar un cuestionario. Según la respuesta que den, posiblemente encuentren que ya tienen una posición tomada acerca del asunto.
¿Cuándo era intelectual Rodolfo Walsh?
(Tachar con una cruz lo que crea correspondiente)

 Cuando era el escritor Rodolfo Walsh
 Cuando era el periodista Rodolfo Walsh
 Cuando era el militante Rodolfo Walsh
 Cuando era escritor y periodista pero no era militante
 Cuando era las tres cosas a la vez, es decir, cuando era simplemente Rodolfo Walsh
 Nunca

miércoles, 12 de mayo de 2010

Dos más de Cobos: cuando creías que ya lo había hecho todo, él te vuelve a defraudar...

Estas son muy buenas:

Uno
Cuando creías que ya no le quedaba nada por decir, él te demuestra que la estupidez y el cinismo son una condición necesaria para la memoria a corto plazo, esa que te permite, como un viejo gagá (pero mucho antes de serlo por razones biológicas), decir cualquier cosa sin necesidad de que lo dicho guarde alguna coherencia histórica (el viejo gagá no resiste ningún archivo, pero el cinismo y la estupidez funcionan como vacunas ante la posibilidad de poder experimentar la propia incoherencia):

Cobos consideró que Néstor Kirchner no puede mantener su banca de diputado tras asumir en la Unasur
Y por casa???
DOS
Cuando creías que ya no quedaba nadie por traicionar, él te enseña que siempre hay alguien más:


Hace poco más de una semana se creó un grupo denominado Juventud Cobista (JC), el cual buscaba respaldar al vicepresidente Julio Cobos de cara a las elecciones presidenciales de 2011. Sin embargo, su existencia duró un suspiro y ya se disolvió porque el presidente del Senado no quiso recibirlos

martes, 11 de mayo de 2010

Qué es lo que le da vergüenza a Tenembaum?


1.
Hay una frase muy conocida (pero no por eso menos efectiva) de Karl Krauss que siempre que vuelvo a leer o rememorar me da mucha gracia: “No tener una idea y poder expresarla: eso hace el periodista”.
Siempre me gustó de Krauss esa capacidad para sintetizar, en breves pero punzantes estiletes, una idea, una situación o un modo de ser.
¿Cómo es que rememoré esa frase de Krauss?, se preguntarán; bueno, eso es toda una historia. Resulta que estaba leyendo algún diario en Internet cuando me crucé con una nota firmada por Ernesto Tenembaum titulada “Vergüenza ajena”. Como es alguien que me interesa leer, por diversos motivos, me tomé el trabajo. Pues bien, puedo decirles sin faltar a la verdad que toda la nota podría resumirse en un largo y tedioso acto de defensa corporativa de los “periodistas que hacen su labor” frente a los negadores-oposicionistas oficiales que buscan embarrar la memoria histórica.
Su gran tesis es la siguiente: el Gobierno (y toda la caterva de discursos que lo acompañan, llámese 678, Blogs K o lo que fuere), reconstruye la historia del país a través de un modelo binario de “buenos” y “malos” (no quiso decir amigo/enemigo, pero en el fondo es muy probable que lo haya pensado. Hasta quizá lo escribió pero se apresuró a borrarlo para no quedar pegado a la fantochada de Noticias). Donde ellos, el Gobierno y sus agentes de propaganda son los “buenos” y el resto, el conjunto de discursos independientes personificados por periodistas que han dado muestras en diferentes situaciones de su valentía histórica y su coraje ético son los “malos”. Y cito porque es muy gracioso cómo está planteado: “La operación es más o menos como sigue. En la historia argentina hay buenos y malos. Los buenos son buenos siempre y los malos son, obvio, malos siempre. Los buenos, hoy, son el Gobierno y todos los que los apoyan. Los malos, quienes critican. Como esa categoría ontológica –los buenos, los malos– no cambia con el correr del tiempo, está claro que los buenos de hoy son los mismos que los de la dictadura y ocurre algo similar con los malos. De manera que quien critica al Gobierno hoy está del lado de los malos y por ende era cómplice de la dictadura, no importa lo que haya hecho en aquellos años. Y, al revés: quien defiende al Gobierno hoy se transforma, sin solución de continuidad, en miembro de la resistencia en los setenta, tampoco importa lo aplicado que haya sido entonces”.
Tenembaum, a través de anécdotas que buscan resaltar la bonhomía y ética profesional de los perfiles en cuestión, hace exactamente lo mismo pero en sentido inverso: Por un lado está Néstor Kirchner y su mujer que son los malos, los que nunca hicieron nada por los Derechos Humanos, los que apoyaron la reelección de Menem junto con la “propaganda oficial”, los “berretas” que le causan “vergüenza ajena”. Por otro lado está Magdalena que es la buena de la película, la heroína que puso en cada momento histórico una palabra justa y sincera, cuando nadie ¬–o casi nadie- lo hizo.
En fin: la idea es ya mala de antemano y el problema no es que la plantee una vez sino que lo haga dos veces! En la primera critica la operación y en la segunda la hace efectiva para reponer sus personajes.

2.
Es importante que no se interprete que con esto estoy juzgando a Ruiz Giñazú ni al propio Tenembaum. Simplemente, no me gusta la forma en que se plantean las cosas. Es demasiado simplista reducir tanto a uno como a otro a una frase dicha en un momento particular de su historia personal. Creo que hay suficientes elementos como para hacer un análisis más exhaustivo y complejo (quiero decir rico) sobre cada uno de los personajes (me gusta pensarlos como personajes porque cada uno fue utilizado en el cuerpo de la nota de ET para un fin específico: ninguno tenía más vida que la que le otorgaba el propio autor de la nota, eran marionetas que le permitían decir, a través suyo, lo que él quería decir. Que se llamen como se llaman parece más bien una coincidencia). Entiendo que todo esto se debe a que por primera vez se ha puesto en cuestión la tarea misma del comunicador. Antes asistíamos a un cuestionamiento académico; ahora lo estamos viendo, valga la paradoja, por televisión. En vivo y en directo. En su propio territorio. Pero esto, por suerte, es sintomático de una época en la que todo está entrando en cuestión, incluso lo que antes parecía incuestionable (porque los medios, como ya nos lo enseñara El Principe, nunca se cuestionan). El problema es que en este caso, los protagonistas, los periodistas, no están acostumbrados: son como bebés que deben desarrollar su aparato digestivo. No pueden digerir todavía esta “leche maligna” y lanzan gases por doquier. Todo huele mal!

3.
En cada situación ponen en marcha el mismo mecanismo: privilegian el enfrentamiento entre las personas (en este caso los políticos contra algún representante del inmaculado “ente autónomo los periodistas”) en detrimento de la confrontación entre sus argumentos, es decir, lo que realmente deberíamos estar discutiendo. Pero se prefiere plantear el problema en términos de “Kirchner dijo esto o aquello”, “La Presidenta esto otro”, “Aníbal esto”, etc. Siempre es más fácil poner en tensión las contradicciones de los sujetos que discutir la cuestión de fondo. Es el modelo “noticia de chimentos” que gobierna, en la era de lo espectacular integrado, al periodismo autóctono. Es como decir: esa película es una cagada por las opiniones del Director o porque la actriz principal “es una soberbia”. Discutamos el argumento muchachos!!!

4.
Por último, me gustaría pensar -y manifestar- que la palabra o el concepto “vergüenza ajena” es demasiado “pesado” para la nota, incluso para el espíritu de la nota si se quiere, que nos plantea el propio Tenembaum. ¿Acaso decir que un periodista hizo esto o aquello, que un Fiscal trabajó con este o aquél o que un programa de la TV pública haga una canción con la idea de que somos unos boludos, puede causar vergüenza ajena? ¿Eso es lo que le causa vergüenza ajena a Tenembaum? Más allá de quien lo diga, me parece que la vergüenza ajena la debemos dejar para cuestiones de las que realmente nos debemos avergonzar y no ya en términos personales, como si viera Tinelli y me diera vergüenza ajena lo que veo; me parece que nos debemos interpelar como una experiencia compartida, la de la comunidad, la del país, sobre qué cosas son las que no debemos dejar pasar, las que debemos atender y solucionar y las que, de no resolver, nos deben no sólo dar vergüenza sino, sobre todo, dolor.
Por suerte hay algunas noticias recientes (que no quiero ni linkear porque ya todos saben de qué hablo) que van justamente en sentido inverso: hacen que la vergüenza histórica que formaba parte de mí como ciudadano, que era parte indisoluble de mi experiencia como habitante de este suelo, empiece a desaparecer. Pero sobre eso, mi estimado Tenembaum, no se habla. Salvo, por supuesto, la propaganda oficial.

viernes, 7 de mayo de 2010

Medios de comunicación... ¿el teléfono?


“Por eso podemos decir con orgullo que estamos instalados en el sentido común y en la cultura cotidiana de varias generaciones de argentinos. Quisiera ser aún más explícita: el diario son sus lectores”

Grupo Clarín, Misión y Visión (son palabras de Ernestina Herrera de Noble)


“Así como se suele hablar del rostro de una época o de un país, la expresión de una época se define también por su lenguaje”

Victor Klemperer, LTI. La Lengua del Tercer Reich


¡¿Por qué seguimos hablando de medios de comunicación?! Un medio de comunicación es el teléfono, del mismo modo que un medio de transporte es el colectivo, no El Rápido Argentino ni Chevallier. ¿Cómo puede ser posible que sigamos pensando que los grupos concentrados de la telecomunicación diversificada son “medios de comunicación”? Es un contrasentido que goza de mucha vitalidad, incluso hasta en los más críticos (esos debemos ser nosotros, supongo).


Victor Klemperer, a quien se cita en el segundo epígrafe, fue un filólogo que padeció la Alemania Nazi y la sobrevivió, entre otras cosas, porque su mujer era aria. Eso lo salvó de los campos de exterminio. En aquéllos años fue llevando un Diario (su balancín, como decía) en el que captó lo que llamó la LTI, la Lengua del Tercer Reich (pero en latín es tercer imperio y ahí concuerdan las letras). Decía Klemperer que el nazismo traía una nueva lengua, pero que no se constituía a partir de la invención de nuevas palabras sino que tomaba palabras aisladas (crispación), expresiones confusas (riesgo país, libertad de expresión), y formas sintácticas que imponían repitiéndolas millones de veces hasta que se adoptan de manera mecánica e inconciente (hay demasiados ejemplos...). Decía: “las palabras pueden actuar como dosis ínfimas de arsénico: uno las traga sin darse cuenta, parecen no surtir efecto alguno, y al cabo de un tiempo se produce el efecto tóxico”. Estamos envenenados y el veneno ya está en nuestra sangre.


Siento que con el concepto de “medio de comunicación” sucede esto. No lo ponemos en discusión y damos por sentado que es así. A lo sumo decimos: es un mal medio de comunicación (o algo por el estilo, con un lenguaje más sofisticado). El sólo hecho de seguir pensándolo como un medio ya es un problema. Ya empezamos con 3 jugadores menos y el referí comprado. Y digo referí porque esa es la figura, justamente, con la que juega la idea de medio: es algo neutral que está entre dos cosas, entre la noticia (la realidad) y vos. Porque el medio es sólo el “canal”, como dicen los lingüistas. No se mete: es independiente. Burrada peligrosas si las hay.


Es el momento de empezar a llamar a las cosas por lo que son. En este caso: empresas. Empresas súper diversificadas, con incumbencia en distintas ramas y diferentes industrias. Empresas que comercian con noticias o con discursos. Esta es la era de lo espectacular integrado (si tengo tiempo, luego escribiré sobre este concepto). Y una empresa, como todos saben, tiene intereses y esos intereses están identificados en la Misión y la Visión de la empresa. La misión es el motivo, el propósito, la razón de ser de toda empresa. Es lo que pretende cumplir en su entorno, lo que pretende hacer y el para quién lo va a hacer. Los accionistas tienen en claro a qué se dedica la empresa y cuál es su objetivo en la definición de su misión.


El primer epígrafe de esta entrada, casualmente, es el extracto de la misión y visión del Grupo Clarín que figura en su web (y son, además, las palabras de EHN). No tienen ningún pudor en dejar en claro su ideología: nosotros somos el sentido común. Lo que está por fuera de nosotros, es lo que no tiene sentido, lo ilógico, lo fuera de lugar. No hay separación entre el grupo y sus consumidores (ella dice el Diario y sus lectores, que es parte de lo mismo). Son (somos) una misma cosa. Sin autonomía. Ustedes piensan lo mismo que nosotros o nosotros decimos lo que ustedes piensan.


Es absurdo y peligroso seguir llamando medios de comunicación a estas empresas que comercian con el discurso. Si quieren, para no hacerlo tan “demodé”, hasta las podemos llamar Empresas de Telecomunicaciones. No importa. Lo que importa es que en esta batalla tengamos herramientas propias. Y una vez dicho esto, lo que realmente nos tenemos que preguntar, para pensar una nueva forma de llamar y pensar a esto que tenemos entre manos, es ¿qué es la comunicación? (sobre eso también me gustaría escribir algo). Por ahora, lo único que puedo decir es que la comunicación refiere a lo común, es decir, a lo que tenemos de común entre nosotros. Aquello que nos une pero que también nos separa. Por eso, si unas empresas pueden apropiarse de lo que tenemos en común entre lo hombres y hacer como si fuera propio y devolverlo totalmente masticado y digerido, entonces muchachos, estamos en el horno.

lunes, 3 de mayo de 2010

Por un mundo sin periodistas "en negro"

Cada vez me convenzo más de que los periodistas de algunos de los “grupos”, en esta era de lo espectacular integrado, son como trabajadores en negro.
Cuál es la semejanza?
Pues bien: cualquier trabajador en negro puede saber que está en negro o puede ser engañado. Digamos, como para ilustrar con un ejemplo, que el Contador de la empresa le liquida el sueldo con los correspondientes descuentos pero nunca los hace efectivos y se queda con el dinero. En ambos casos, tanto en el que es parte del engaño como en el que es objeto, el trabajador siempre comprende su real situación cuando enfrenta un problema: va al Sanatorio y ahí se entera que no tiene Obra Social o se quiere jubilar y se entera que no le han hecho algún aporte. Frente a estos sucesos, si era parte del engaño maldice su condición; si era el engañado, maldice no sólo su condición de trabajador sino a sus patrones.
Frente a esta situación, el trabajador tiene dos posibilidades: o denuncia a sus jefes y, casi seguro, pierde su trabajo o sigue trabajando en esa situación porque es la única forma de conservar su relación laboral. Y todos sabemos lo importante que es tener y mantener un trabajo.
Cuando escucho a los periodistas hablar y defender a los patrones no dejo de pensar, en el fondo, de que su relación es similar a la que acabo de describir. Pero no a los que levantan la voz, puesto que estos son cómplices del engaño. Incluso son pro-activos en el engaño. Sino que me refiero a los periodistas de la oficina de redacción. Muchos de ellos sin firma. Pero todos igualmente engañados. Al fin y al cabo, son trabajadores que en el conflicto comprenden la estafa de la que son parte, pero, al igual que los otros casos, si lo denuncian saben que pierden su trabajo y es por ello que prefieren (obligados) seguir en el anonimato, masticando bronca y jurándose a sí mismos que algún día, no muy lejano, podrán salir y contar a viva voz cómo se vive en un régimen que no permite ningún tipo de libertad.
En el primer caso, la estafa es económica. En el segundo es ética.
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