Cada vez me convenzo más de que los periodistas de algunos de los “grupos”, en esta era de lo espectacular integrado, son como trabajadores en negro.
Cuál es la semejanza?
Pues bien: cualquier trabajador en negro puede saber que está en negro o puede ser engañado. Digamos, como para ilustrar con un ejemplo, que el Contador de la empresa le liquida el sueldo con los correspondientes descuentos pero nunca los hace efectivos y se queda con el dinero. En ambos casos, tanto en el que es parte del engaño como en el que es objeto, el trabajador siempre comprende su real situación cuando enfrenta un problema: va al Sanatorio y ahí se entera que no tiene Obra Social o se quiere jubilar y se entera que no le han hecho algún aporte. Frente a estos sucesos, si era parte del engaño maldice su condición; si era el engañado, maldice no sólo su condición de trabajador sino a sus patrones.
Frente a esta situación, el trabajador tiene dos posibilidades: o denuncia a sus jefes y, casi seguro, pierde su trabajo o sigue trabajando en esa situación porque es la única forma de conservar su relación laboral. Y todos sabemos lo importante que es tener y mantener un trabajo.
Cuando escucho a los periodistas hablar y defender a los patrones no dejo de pensar, en el fondo, de que su relación es similar a la que acabo de describir. Pero no a los que levantan la voz, puesto que estos son cómplices del engaño. Incluso son pro-activos en el engaño. Sino que me refiero a los periodistas de la oficina de redacción. Muchos de ellos sin firma. Pero todos igualmente engañados. Al fin y al cabo, son trabajadores que en el conflicto comprenden la estafa de la que son parte, pero, al igual que los otros casos, si lo denuncian saben que pierden su trabajo y es por ello que prefieren (obligados) seguir en el anonimato, masticando bronca y jurándose a sí mismos que algún día, no muy lejano, podrán salir y contar a viva voz cómo se vive en un régimen que no permite ningún tipo de libertad.
En el primer caso, la estafa es económica. En el segundo es ética.
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