miércoles, 26 de mayo de 2010

Lo que viene, lo que viene...

Yo no sigo el camino de los antiguos
busco lo que ellos buscaron
Basho

Hoy escuché dos comentarios similares ante la pregunta por los festejos del Bicentenario: la respuesta, en pocas palabras, fue que no debíamos estar festejando ni celebrando nada puesto que había hambre, inseguridad, conflicto en el país. De Narváez por un lado y Lanata por el otro llegaban a una misma conclusión desde lugares disímiles, tanto ideológica como biográficamente. Lo cual debe hacernos pensar en algo. Digo, cuando dos sujetos, con vivencias y creencias tan desencontradas comparten una misma visión sobre un suceso importante, cabe el lugar para permitirnos hacer la pregunta sobre qué es lo que expresa esta situación.
Decir que es improbable que en un mundo como el nuestro se llegue al hambre cero, para recién ahí poder festejar o celebrar me parece una pérdida de tiempo que el lector sabrá valorar (justamente el hecho de que no le hagamos perder el tiempo discutiendo ese argumento). Decir que el ánimo oposicionista-negacionista de ambos sujetos no les permite ni siquiera un digno sentido de la oportunidad, tampoco me parece que deba robarnos mayor tiempo que el que ya no le permitimos al anterior argumento. ¿Qué decir entonces? ¿Por qué puede ser que nos resulte importante que estos dos sujetos tan dispares hayan llegado a una misma visión? Si no podemos tener en cuenta el argumento obtuso del orden de prioridad (no podemos festejar nada hasta que el mundo sea bueno y justo) ni tampoco podemos tener en cuenta el hecho de que no les gusta el Gobierno de CFK-NK (porque no pueden dejar de asociar estos festejos con el Gobierno), ¿qué podemos decir?
Nada. Absolutamente nada. Y justamente eso es lo interesante del asunto. Creo que se está llegando a un punto en el que los comentarios que hasta ayer nomás hubiéramos gastado tinta y tiempo en discutir, en demostrar lo errados que estaban, en cómo a través de sus palabras operaba una ideología neoconservadora, etc, etc, ya no están mereciendo el tiempo y las ganas que sí, en un contexto de silencio (se rompió el espiral de silencio, como dice Artemio) valían la pena efectuar.
Creo que la estupidez a la que estábamos acostumbrados debe quedar a un costado del camino. No digo que le dejemos de prestar atención. Pero me parece que lo interesante es lo que está por venir. Si me preguntan, creo que vale la pena poner el cuerpo a lo que se asoma en la esquina. Eso sí merece nuestro tiempo. Y nuestra tinta.

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