Tengo ganas de escribir. De otras tantas cosas también, pero sobre todo de escribir. Y de compartir. Tengo también una sensación encontrada, casi hasta contradictoria aunque profundamente enlazada. Es una sensación que vive en mis entrañas y late y respira. Es una sensación de tristeza por el que ya no está, pero de profunda alegría por aquéllo que dejó quien ya no está. Pero también esa alegría, debo reconocerlo, es una alegría egoísta. Es que nunca pensé que iba a llorar la muerte de un político, de alguien que formara parte de lo que llamamos “la clase dirigente”; y siento que ese llanto me ha demostrado que estoy vivo, que todavía puedo soñar, creer, sentirme parte de algo mucho más grande e intenso que mi “yo mismo”.
Hace un rato escribí en twitter que la última vez que había llorado así fue cuando murió mi viejo. Me salió de repente y quizá no lo debiera haber dicho así nomás. Es que me resultó incontenible, necesitaba decirlo, no tanto por lo que decía de mi, sino más bien por lo que decía de él, por lo que significaba para mí y para tantos otros de mi generación, la que nació en el 76'. Es que decir estas cosas ya no habla tanto de nosotros: habla más bien del sujeto de nuestras palabras. Nuestras referencias quedan desdibujadas, como a la sombra. Y estoy feliz de que así sea.
Quienes consideramos que la política es aquello que atraviesa de cabo a rabo una vida hoy compartimos esa sensación agridulce de tristeza y alegría. En cambio, aquéllos que no entienden nada de la vida hoy festejan la muerte. También esto es hablar un poco de las dos argentinas.
Podremos (entre nosotros, digo, los kirchneristas y los no kirchneristas) discutir una y mil veces cuál de todas las políticas públicas estuvo mejor y cual no lo estuvo. Podremos tener diferencias profundas sobre lo que hacía falta y sobre lo que se había hecho. Podremos, en definitiva, tener una discusión eterna sobre la Gestión de la cosa pública. Pero lo más interesante es que hace tiempo que dejamos de discutir la gestión para empezar a discutir de política, a pesar de que muchos no se daban cuenta de lo que hacían.
Creo que eso es un legado que hoy nos han ofrendado. No somos nosotros quienes honramos a quien ya no está, sino que somos nosotros honrados por aquél que vivió en nuestro tiempo. Tristeza y alegría, tristeza y alegría. Espero que estemos a la altura para lo que viene, esa será la única manera que tendremos de honrarte.
Gracias Néstor, te vamos a extrañar