martes, 15 de junio de 2010

Los usos de la Historia

I
En el Diario Tiempo Argentino del 14/06/2010 salió, en un pequeño recorte, un comentario de Sebastián Piñera, Presidente de Chile, sobre su experiencia en los festejos del Bicentenario argentino. Dijo el mandatario que “lo impresionó mucho” que se “expusieran de manera tan descarnada las divisiones y quiebres de la sociedad argentina”. Y aseguró también que espera que en Chile esos festejos sean “una fiesta de unidad y futuro”.

Esto me hizo recordar una historia que recuerda Heródoto en uno de sus libros: "Habiendo hecho representar Frínico una tragedia, La toma de Mileto, que él había compuesto, el teatro (entero) prorrumpió en lágrimas; en cuanto a él, le infringieron una multa de mil dracmas por haber(les) recordado desgracias que les concernían sólo a ellos y ordenaron que en lo sucesivo nadie volviera a hacer uso de esa tragedia".

El domingo, por otra parte, en un debate televisivo en TN entre Beatriz Sarlo y Horacio González, la primera cuestionaba justamente el recorte histórico que se había realizado en función de la puesta en escena por parte del colectivo Fuerza Bruta, por entender que el mismo era tendencioso y que el guión no había sido supervisado por un grupo de historiadores más amplio o, al menos, los que ella consideraba que deberían haber participado, como el caso de Hilda Sábato y Luís Alberto Romero.

II
Es la historia, y lo que en ella hay de doloroso, una cuestión que para muchos sectores políticos, intelectuales y periodísticos, debe ser contada como un relato en clave positiva, sin aristas filosas ni rústicos estiletes que puedan dañar el humor ni la conciencia colectiva de los muchos (de la gente, preferirían decir ellos). Una “linda historia”, donde los muertos ya no nos dañen, donde los fantasmas del pasado no nos interroguen. ¿Para qué? ¿Cuál es el objetivo? Mejor olvidar y seguir, tirar para adelante, no estar atado a nada, como dice la canción de García; en la historia sin fisuras, todos somos hermanos y el presente es una incesante cantinela de buenos augurios.

III
¿Cuál es el problema de crecer recordando qué fue nuestro pasado? ¿Qué sucedió, quiénes participaron, cuáles fueron las causas de los sucesos ocurridos? ¿Es necesario inocularnos dosis de olvido como si nos pusiéramos una vacuna contra algún tipo de enfermedad?
Cuando leo las palabras de un presidente latinoamericano o escucho las frases pulidas y masticadas de una intelectual como Sarlo sobre la historia, me pregunto si en sus vidas comunes y terrestres harán ese tipo de elecciones vitales. Quiero decir: siempre consideré que uno es el mismo en las diversas manifestaciones en las que incurre, es decir, si yo soy un desgraciado en el trabajo, un mal tipo, seguramente lo sea en el resto de mi vida, con mi familia, en la escuela o en la Universidad, etc.; de la misma forma que si uno es buena persona, esa condición no está circunscripta a una situación en particular, sino que es una buena persona en todas la situaciones por las que atraviesa.
Entonces, Piñera o Sarlo, en sus vidas, ante algún inconveniente, problema o tragedia que los implique, ¿serán de los que olvidan para poder continuar ilesos por el camino? ¿Harán borrón y cuenta nueva? ¿Le dirán a los suyos que el pasado es un cántaro de bondades, donde la felicidad y la armonía reinaban como en una especie de aldea ficticia? O, más sinceros pero igual de cínicos, les dirán ¿es mejor no hacer muchas preguntas por el pasado; es algo que ya pasó y, por más aleccionador que pueda ser, por ser igual de doloroso, es mejor dejarlo atrás y dedicarse a pensar en el presente?

IV
Los usos de la memoria o los usos del olvido. Está claro que la cuestión es un interrogante que no puede ser saldado así nomás. Es una cuestión, decidida y profundamente política, puesto que involucra al conjunto de la sociedad. Es la sociedad, el colectivo social compuesto por todos nosotros, el dueño, heredero y responsable de ese pasado. Es nuestro derecho y, también, nuestra obligación velar por él. Querer maquillarlo para que no nos hable de nuestras tragedias, querer disfrazarlo para que su voz no retumbe en nuestras entrañas, sino que sea más bien como un susurro gentil que nos habla de paraísos por venir, sin sustancia ni sustento, es el error de los pueblos mutilados, de los pueblos sin sentido histórico que parecen más una sucesión de hechos desafortunados que una historia de luchas, contradicciones y proyectos de emancipación. Cuando el relato es el de otro, no sólo la voz te quitan, sino también la historia, la identidad.
Si hay algo interesante que ha puesto en evidencia el kirchnerismo es que un país, un colectivo social, crece cuando los hechos que lo preceden son puesto a la luz, como una herida que necesita curarse con el aire y los rayos del sol. Un país no crece yendo por la banquina de su historia, no avanza si está amputado de su pasado y de su voz sino, justamente, un país crece cuando los hechos que lo alumbran son, más allá del grado de tragedia que conlleven en sí mismos, aquéllos a los que arribaron en la búsqueda de justicia. Ahí hay riqueza. Lo contrario es esconder debajo de la alfombra. Tarde o temprano, mal que nos pese, eso sale, eso aparece. Y no pide permiso.

V
Recordando las palabras del presidente de Chile respecto de lo que espera para los festejos de su país (una unidad forzada por el relato de una historia mutilada), sólo me queda recordar los días de mayo y preguntarme: ¿esa fiesta fue producto de una operación del gobierno (un modo de contar la historia, por ejemplo) o fue el resultado de un proceso (doloroso) de maduración y crecimiento, un proceso surgido a la luz de la búsqueda de la verdad sobre lo que somos a partir de lo que fuimos? En otras palabras: ¿somos mejores a pesar de nuestro pasado o lo somos cuando comprendemos lo importante que es nuestro pasado como una parte constitutiva de nuestras vidas?
Al final, como es de esperar, con la historia sucede siempre lo mismo: nos acercamos cargados de interrogantes -esa es la forma en que nos relacionamos con su cuerpo- esperando encontrarnos con las respuestas indicadas y, como saldo, no nos llevamos más que otra cantidad de interrogantes. Ahí es cuando nos damos cuenta que las respuestas no eran tan importantes como sí lo eran las preguntas. Ahí, imaginamos, estuvo la ganancia.

Amigo Piñera, no tema en plantear lo que hace falta, seguramente de esa faena, tanto usted como su pueblo, saldrán más integrados, unidos y fuertes para lo que viene.

1 comentario:

  1. Creo que es imposible observar y entender el hoy sin tener en cuenta el ayer. Nadie es quien es, sin una historia que lo explique y lo contenga. Hoy no seríamos de determinada manera, si ayer no hubiésemos sido como fuimos, y si no hubiésemos vivido todo lo que vivimos. Las historias individuales, y las colectivas, son un conjunto de momentos sin importar que tanto nos hayan gustado. El pasado es parte intrínseco del hoy. Pero el pasado es un todo, lo bueno que en él hubo seguramente lo tenemos en un lugar privilegiado respecto de lo malo, pero lo malo también existió y no podemos ni negarlo, ni ocultarlo ni taparlo. El problema radica en que la historia no tan buena, duele, y a veces mucho. Tanto que muchos prefieren olvidarla, y no pensar porque fue mala, que culpa tuvimos de ese resultado, o que hicimos para evitar que así fuera...
    Por el contrario para superar esas “sensaciones” deberíamos tener presente lo pasado, tener memoria de esa historia para crecer en consecuencia. Incluso puede ser considerada como una nueva oportunidad para resignificar esas vivencias, que en un pasado fueron malas y que nos dolieron tanto
    Como sociedad es fundamental no perder ese norte, ya que no somos una suma de individualidades sino un conjunto de relaciones que superan al individuo. No se pude olvidar que la historia social es una unidad, es el conjunto de todo lo que vivimos, de las relaciones que establecimos, de los espacios que construimos, de todo lo que dijimos y de todo lo que callamos, de todo lo que escribimos y de todo lo que borramos.
    Vos bien decís somos dueños, herederos y responsables del pasado, pero también de nuestro futuro, por lo tanto es imposible no tenerlos presentes a ambos. La voz de la historia real se manifiesta en cada acto, en cada política, en cada decisión, en cada voz que se anima a decir lo que piensa sin miedos. Puede ser que duela, puede ser que moleste pero esta y si tratamos de olvidarla y de ocultarla, en algún momento se nos va manifestar. Tal vez sea mejor hacerla consiente y presente, el futuro necesita de la responsabilidad de nuestra buena memoria.
    Saludos...

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