martes, 22 de junio de 2010

Que el Club de la Buena Onda no nos evite el riesgo de ponernos a pensar

I
Cuanto más me doran la píldora, más escalofríos me recorren el cuerpo. Odio cuando te tiran flores y te dan una palmadita en la espalda. “Sos el mejor”, “Dale que vas bien”, repiten. Y vos no sabés qué hacer. Porque, en el fondo, lo único que cabe esperar es la trompada final; por dónde viene la trompada, te preguntás. Te la creas o no, irremediablemente la trompada viene. Y peor si encima te comiste el personaje, cuando caigas el ruido no te va a dejar escuchar ni el conteo del referí.
Por eso es que desde hace unos días me estoy preguntando ¿por dónde va a venir la trompada? Mientras escucho lo bueno que somos (los kirchneristas, me hago cargo) miro para todos lados, escucho voces, me doy vuelta, afino mis sentidos; estoy, digamos, como en un estado de paranoia total. Lo cual, obviamente, no es sano. Y me digo: un poquito sí, está bueno desconfiar, pero no nos vayamos de mambo!
Se lo cuento a un amigo psicólogo que tengo (cosa que no se hace muchachos, sépanlo, se los digo) y me pregunta “¿y vos, por qué crees que esto te sucede ahora?”. No sé para qué uno le pregunta a los psicólogos si ellos siempre, con cara de poker, te trasladan la pregunta a vos. Pero sin pensarlo, le digo, “debe ser el club de la buena onda”.
“¿De la buena onda?” me pregunta.
“Sí, de la buena onda”, respondo tajante, como dando por terminada la cuestión. Ya no hacía falta su presencia ni su opinión, prefería que siguiéramos hablando de las cosas que hablan los amigos: de lo mismo, pero sin Títulos.

II

No tengo nada en contra de la buena onda, me encanta. Pero tampoco quiero que me evite el riesgo de ponerme a pensar. No me sirve que me repitan que todo ok, que seamos los más lindos y los mejores del barrio. No porque quiera que la cosa esté mal, sino porque nunca está todo ok! Siempre hay algo para mejorar. Como decía Gramsci, el pesimismo de la inteligencia y el optimismo de la voluntad.
Si nos vamos a estar diciendo lo bueno que somos todo el tiempo, la vamos a cagar más pronto de lo que pensamos. Hay programas de TV, como el caso de 678, que han puesto en evidencia las formas en que trabaja el discurso del poder que detentan las empresas de telecomunicaciones y todas sus diversificaciones (Grupo A, Mesa de Enlace, etc.). Y eso está muy bien, es genial. Creo que ha sido un punto de inflexión muy importante.
Ahora bien, cuando ya hemos puesto en evidencia eso, y todos lo discuten, y ya no es tan fácil que te vendan pescado podrido, nosotros no debemos desviarnos de nuestro principal objetivo: construir una mejor Argetina. Entonces lo que cabe hacer es seguir discutiendo hacia dónde vamos. Poner algo de pimienta a la cuestión. Si seguimos dorándonos la píldora entre nosotros, la cagamos: es un atajo del pensamiento. Si evitamos pensar las complicaciones y el impacto de nuestras acciones y sólo atinamos a decir lo bien que estamos y lo bueno que somos, sólo porque las empresas de telecomunicaciones se empecinan ciegamente en tapar el sol con la mano, no vamos a llegar muy lejos.
Estamos en pleno crecimiento y hay muchas medidas que se han tomado con un impacto impresionante en sus primeros resultados. Tanto en lo social como en lo político y en lo económico. Hay que profundizar eso. Me encantaría poder ver en algunos de estos espacios que uno sigue algunas voces que lleven la discusión para arriba, que suban el techo. Eso nos vendría bien a todos.
Es una idea, nada más. No quiero que la trompada venga y nos estemos listos para esquivarla.
¿Cuáles son los puntos más flojos de nuestras políticas? ¿Qué nos falta todavía? ¿En qué podemos mejorar? Esas son preguntas sobre las que me gustaría arriesgarme, sobre las que intentaría pensar. Ustedes ¿qué piensan?

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