martes, 22 de junio de 2010

Que el Club de la Buena Onda no nos evite el riesgo de ponernos a pensar

I
Cuanto más me doran la píldora, más escalofríos me recorren el cuerpo. Odio cuando te tiran flores y te dan una palmadita en la espalda. “Sos el mejor”, “Dale que vas bien”, repiten. Y vos no sabés qué hacer. Porque, en el fondo, lo único que cabe esperar es la trompada final; por dónde viene la trompada, te preguntás. Te la creas o no, irremediablemente la trompada viene. Y peor si encima te comiste el personaje, cuando caigas el ruido no te va a dejar escuchar ni el conteo del referí.
Por eso es que desde hace unos días me estoy preguntando ¿por dónde va a venir la trompada? Mientras escucho lo bueno que somos (los kirchneristas, me hago cargo) miro para todos lados, escucho voces, me doy vuelta, afino mis sentidos; estoy, digamos, como en un estado de paranoia total. Lo cual, obviamente, no es sano. Y me digo: un poquito sí, está bueno desconfiar, pero no nos vayamos de mambo!
Se lo cuento a un amigo psicólogo que tengo (cosa que no se hace muchachos, sépanlo, se los digo) y me pregunta “¿y vos, por qué crees que esto te sucede ahora?”. No sé para qué uno le pregunta a los psicólogos si ellos siempre, con cara de poker, te trasladan la pregunta a vos. Pero sin pensarlo, le digo, “debe ser el club de la buena onda”.
“¿De la buena onda?” me pregunta.
“Sí, de la buena onda”, respondo tajante, como dando por terminada la cuestión. Ya no hacía falta su presencia ni su opinión, prefería que siguiéramos hablando de las cosas que hablan los amigos: de lo mismo, pero sin Títulos.

II

No tengo nada en contra de la buena onda, me encanta. Pero tampoco quiero que me evite el riesgo de ponerme a pensar. No me sirve que me repitan que todo ok, que seamos los más lindos y los mejores del barrio. No porque quiera que la cosa esté mal, sino porque nunca está todo ok! Siempre hay algo para mejorar. Como decía Gramsci, el pesimismo de la inteligencia y el optimismo de la voluntad.
Si nos vamos a estar diciendo lo bueno que somos todo el tiempo, la vamos a cagar más pronto de lo que pensamos. Hay programas de TV, como el caso de 678, que han puesto en evidencia las formas en que trabaja el discurso del poder que detentan las empresas de telecomunicaciones y todas sus diversificaciones (Grupo A, Mesa de Enlace, etc.). Y eso está muy bien, es genial. Creo que ha sido un punto de inflexión muy importante.
Ahora bien, cuando ya hemos puesto en evidencia eso, y todos lo discuten, y ya no es tan fácil que te vendan pescado podrido, nosotros no debemos desviarnos de nuestro principal objetivo: construir una mejor Argetina. Entonces lo que cabe hacer es seguir discutiendo hacia dónde vamos. Poner algo de pimienta a la cuestión. Si seguimos dorándonos la píldora entre nosotros, la cagamos: es un atajo del pensamiento. Si evitamos pensar las complicaciones y el impacto de nuestras acciones y sólo atinamos a decir lo bien que estamos y lo bueno que somos, sólo porque las empresas de telecomunicaciones se empecinan ciegamente en tapar el sol con la mano, no vamos a llegar muy lejos.
Estamos en pleno crecimiento y hay muchas medidas que se han tomado con un impacto impresionante en sus primeros resultados. Tanto en lo social como en lo político y en lo económico. Hay que profundizar eso. Me encantaría poder ver en algunos de estos espacios que uno sigue algunas voces que lleven la discusión para arriba, que suban el techo. Eso nos vendría bien a todos.
Es una idea, nada más. No quiero que la trompada venga y nos estemos listos para esquivarla.
¿Cuáles son los puntos más flojos de nuestras políticas? ¿Qué nos falta todavía? ¿En qué podemos mejorar? Esas son preguntas sobre las que me gustaría arriesgarme, sobre las que intentaría pensar. Ustedes ¿qué piensan?

martes, 15 de junio de 2010

Los usos de la Historia

I
En el Diario Tiempo Argentino del 14/06/2010 salió, en un pequeño recorte, un comentario de Sebastián Piñera, Presidente de Chile, sobre su experiencia en los festejos del Bicentenario argentino. Dijo el mandatario que “lo impresionó mucho” que se “expusieran de manera tan descarnada las divisiones y quiebres de la sociedad argentina”. Y aseguró también que espera que en Chile esos festejos sean “una fiesta de unidad y futuro”.

Esto me hizo recordar una historia que recuerda Heródoto en uno de sus libros: "Habiendo hecho representar Frínico una tragedia, La toma de Mileto, que él había compuesto, el teatro (entero) prorrumpió en lágrimas; en cuanto a él, le infringieron una multa de mil dracmas por haber(les) recordado desgracias que les concernían sólo a ellos y ordenaron que en lo sucesivo nadie volviera a hacer uso de esa tragedia".

El domingo, por otra parte, en un debate televisivo en TN entre Beatriz Sarlo y Horacio González, la primera cuestionaba justamente el recorte histórico que se había realizado en función de la puesta en escena por parte del colectivo Fuerza Bruta, por entender que el mismo era tendencioso y que el guión no había sido supervisado por un grupo de historiadores más amplio o, al menos, los que ella consideraba que deberían haber participado, como el caso de Hilda Sábato y Luís Alberto Romero.

II
Es la historia, y lo que en ella hay de doloroso, una cuestión que para muchos sectores políticos, intelectuales y periodísticos, debe ser contada como un relato en clave positiva, sin aristas filosas ni rústicos estiletes que puedan dañar el humor ni la conciencia colectiva de los muchos (de la gente, preferirían decir ellos). Una “linda historia”, donde los muertos ya no nos dañen, donde los fantasmas del pasado no nos interroguen. ¿Para qué? ¿Cuál es el objetivo? Mejor olvidar y seguir, tirar para adelante, no estar atado a nada, como dice la canción de García; en la historia sin fisuras, todos somos hermanos y el presente es una incesante cantinela de buenos augurios.

III
¿Cuál es el problema de crecer recordando qué fue nuestro pasado? ¿Qué sucedió, quiénes participaron, cuáles fueron las causas de los sucesos ocurridos? ¿Es necesario inocularnos dosis de olvido como si nos pusiéramos una vacuna contra algún tipo de enfermedad?
Cuando leo las palabras de un presidente latinoamericano o escucho las frases pulidas y masticadas de una intelectual como Sarlo sobre la historia, me pregunto si en sus vidas comunes y terrestres harán ese tipo de elecciones vitales. Quiero decir: siempre consideré que uno es el mismo en las diversas manifestaciones en las que incurre, es decir, si yo soy un desgraciado en el trabajo, un mal tipo, seguramente lo sea en el resto de mi vida, con mi familia, en la escuela o en la Universidad, etc.; de la misma forma que si uno es buena persona, esa condición no está circunscripta a una situación en particular, sino que es una buena persona en todas la situaciones por las que atraviesa.
Entonces, Piñera o Sarlo, en sus vidas, ante algún inconveniente, problema o tragedia que los implique, ¿serán de los que olvidan para poder continuar ilesos por el camino? ¿Harán borrón y cuenta nueva? ¿Le dirán a los suyos que el pasado es un cántaro de bondades, donde la felicidad y la armonía reinaban como en una especie de aldea ficticia? O, más sinceros pero igual de cínicos, les dirán ¿es mejor no hacer muchas preguntas por el pasado; es algo que ya pasó y, por más aleccionador que pueda ser, por ser igual de doloroso, es mejor dejarlo atrás y dedicarse a pensar en el presente?

IV
Los usos de la memoria o los usos del olvido. Está claro que la cuestión es un interrogante que no puede ser saldado así nomás. Es una cuestión, decidida y profundamente política, puesto que involucra al conjunto de la sociedad. Es la sociedad, el colectivo social compuesto por todos nosotros, el dueño, heredero y responsable de ese pasado. Es nuestro derecho y, también, nuestra obligación velar por él. Querer maquillarlo para que no nos hable de nuestras tragedias, querer disfrazarlo para que su voz no retumbe en nuestras entrañas, sino que sea más bien como un susurro gentil que nos habla de paraísos por venir, sin sustancia ni sustento, es el error de los pueblos mutilados, de los pueblos sin sentido histórico que parecen más una sucesión de hechos desafortunados que una historia de luchas, contradicciones y proyectos de emancipación. Cuando el relato es el de otro, no sólo la voz te quitan, sino también la historia, la identidad.
Si hay algo interesante que ha puesto en evidencia el kirchnerismo es que un país, un colectivo social, crece cuando los hechos que lo preceden son puesto a la luz, como una herida que necesita curarse con el aire y los rayos del sol. Un país no crece yendo por la banquina de su historia, no avanza si está amputado de su pasado y de su voz sino, justamente, un país crece cuando los hechos que lo alumbran son, más allá del grado de tragedia que conlleven en sí mismos, aquéllos a los que arribaron en la búsqueda de justicia. Ahí hay riqueza. Lo contrario es esconder debajo de la alfombra. Tarde o temprano, mal que nos pese, eso sale, eso aparece. Y no pide permiso.

V
Recordando las palabras del presidente de Chile respecto de lo que espera para los festejos de su país (una unidad forzada por el relato de una historia mutilada), sólo me queda recordar los días de mayo y preguntarme: ¿esa fiesta fue producto de una operación del gobierno (un modo de contar la historia, por ejemplo) o fue el resultado de un proceso (doloroso) de maduración y crecimiento, un proceso surgido a la luz de la búsqueda de la verdad sobre lo que somos a partir de lo que fuimos? En otras palabras: ¿somos mejores a pesar de nuestro pasado o lo somos cuando comprendemos lo importante que es nuestro pasado como una parte constitutiva de nuestras vidas?
Al final, como es de esperar, con la historia sucede siempre lo mismo: nos acercamos cargados de interrogantes -esa es la forma en que nos relacionamos con su cuerpo- esperando encontrarnos con las respuestas indicadas y, como saldo, no nos llevamos más que otra cantidad de interrogantes. Ahí es cuando nos damos cuenta que las respuestas no eran tan importantes como sí lo eran las preguntas. Ahí, imaginamos, estuvo la ganancia.

Amigo Piñera, no tema en plantear lo que hace falta, seguramente de esa faena, tanto usted como su pueblo, saldrán más integrados, unidos y fuertes para lo que viene.

jueves, 10 de junio de 2010

Hay un fusilado que vive

"Enunciar significa producir"
Mallarmé
I
Toda historia comienza con un hecho imposible. Algo inasimilable, que excede el propio relato y al cual, a medida que avanzan las oraciones, tratamos de dar sentido. Milagros, resurrecciones, batallas cuya victoria era de antemano improbable pero que finalmente cedieron su equilibrio en favor de los desaventajados; las historias tienen un mito de fundación que las cubre de un aura particular, como una capa que las impermeabiliza ante las erosiones del tiempo. Sólo así sobreviven y sólo así nos interpelan: a partir de un hecho que, en apariencia, resulta imposible.
“Hay un fusilado que vive”, nos cuenta Rodolfo Walsh que le dicen. Un muerto que habla. Es una “historia increíble” pero que él cree “de inmediato”. Un buen comienzo para una historia, pensamos. Una historia que, en principio, cambia hasta al propio Walsh, quien para escribirla debe modificar su identidad (en los papeles) y que termina, finalmente, modificando todo su andamiaje de creencias.
Esa historia remite a los días que van del 9 al 12 de junio de 1956: el levantamiento trunco del General Valle contra la autodenominada “Revolución Libertadora” y los fusilamientos de José León Suárez. La frase Walsh la escucha 6 meses después y es el preludio a una de las obras más importantes de la literatura argentina: Operación Masacre.

II
“Hay un fusilado que vive”. ¿Hay alguna frase que haya retornado tantas veces como esta en la política argentina? Aunque bajo distintas formas, con otros signos, escondida en otro lenguaje, adornada con diversos oropeles o despojada de todo ornamento hasta volverse imperativa, ese imposible (“el fusilado que vive”, “un muerto que habla”) ha sido una constante de nuestra historia reciente. Al menos, la que va desde mitad del siglo pasado hasta nuestro presente.
La voz de un muerto es, en cierta medida, la voz de la que hablan los libros de historia. La Historia, justamente, es el sepulcro final de nuestros muertos: allí no hay manera que nos dañen. En cambio, un “muerto que habla” es un imponderable que no tiene sepulcro, una voz presente en su propia ausencia que retumba como un eco, que desborda las orillas del texto. No hay libro de historia para un muerto que vive, justamente porque es imposible que tal sujeto exista. Los muertos, están muertos; no hablan, se descomponen. Sin embargo, la historia de nuestro pueblo, de un pueblo que debe resistir su prohibición, su mudez, su injusticia, es relatada por un muerto que habla, por una voz imposible de apagar y, mucho menos, de asir y sujetar en un texto de historia.

III
De “un fusilado que vive” a “aparición con vida”, la frase que las Madres repetían mientras circulaban por la Plaza de Mayo, la historia de un pueblo resistiendo que se expresa a partir de las voces de aquéllos que quisieron silenciar, en la noche del basural, en el invierno de la Dictadura, o en la expropiación de la palabra (nuestra actualidad) sigue corriendo, sigue haciéndose. Su propia particularidad es el hecho de que no concluye: todavía hoy gritamos “aparición con vida” y sentimos que los fusilados nos hablan; todavía hoy buscamos el fruto de su simiente, la continuación de sus vidas, las mismas que los integrantes del pelotón del basural de la historia desearon, pero sin éxito, apropiarse y callar.
Dicen que "la política es el arte de lo posible". Creo, sin embargo, que lo correcto sería decir que la política es el arte de hacer posible lo imposible. “Un contrasentido”, me dirán los dueños de un lenguaje lógico atado a los axiomas de lo conveniente. “Sí, justamente”, les respondo: el contrasentido del que nace toda política, la posibilidad de que el fusilado viva, de que los desaparecidos-asesinados se nos aparezcan-con-vida, de que las voces silenciadas rompan los tímpanos de “lo posible”.

IV¿Es Livraga el fusilado que vive? ¿Es su voz la que todavía nos trae el viento? ¿Es el propio Walsh el fusilado que vive? ¿Es él, con otros 30 mil más? ¿Es la de 400 chicos que todavía gritan por su identidad, silenciados -en apariencia- por la mentira? ¿Es la de los miles de chicos que empiezan a ver que su realidad puede ser diferente? ¿Es la de las madres de esos chicos que empiezan a ver que otra vida para ellas y sus nenes es posible? ¿Es la de los que todavía faltan, a los que todavía no se llegó? ¿Es la de aquélla señora que lloraba, y yo con ella, cuando le di la noticia de que era jubilada? ¿De quién es la voz que nos trae el viento y nos dice a la oreja, en un susurro suave y dulce, apasionado y alentador, “estoy vivo”?

viernes, 4 de junio de 2010

8 Tesis sobre los Reventados

Sigo con mi hipótesis enunciada –implícitamente- en el anterior post: “El reventado, como una forma de ser, es la que triunfó en el ciclo 1974/2008”. Hoy, la madre de todas las batallas no es contra un grupo en particular sino contra una forma de entender y hacer el mundo. La forma en que hacemos política (a corto plazo), la forma en que se presentan las nuevas condiciones del trabajo (flexibilidad), la forma en que construimos nuestro relato (sin memoria colectiva).

Van aquí las 8 tesis sobre el reventado. Una primera forma de acercamiento:

I. Su única ley es la del instante, la de la oportunidad

El reventado no tiene una estrategia ni planifica un esquema de operaciones; el reventado está agazapado como un cazador furtivo, al acecho de su presa, “la oportunidad”. Tiene poco tiempo para apresarla y hacerla suya, de modo que sus movimientos son rápidos. El reventado gana en velocidad, “te copa la parada”. Hace de su falta de equipaje una virtud que le permite primeriarte la ocasión

II. El reventado no tiene ideología

Para el reventado la ideología es un equipaje pesado, que te propone un modelo de pensamiento siempre rígido al que vos aggiornás a la realidad. En cambio, el reventado no quiere aggiornar la realidad a ningún pensamiento sino, él es flexible, se acomoda a cualquier situación de manera tal de poder sacar ventaja. El reventado no quiere estar atado a nada que le quiete velocidad. Hay que tener siempre presente que su Ley es la del instante

III. Su mundo es el del “corto plazo”

No existe el “largo plazo” en el ideario del reventado. Pensar en esos términos requiere de un compromiso a futuro, de la búsqueda de objetivos que no se encuentran al alcance de la mano. En cambio, en el “corto plazo” del reventado todo es para aquí y ahora, el objetivo es ya.

IV. El reventado desdeña de la memoria

Toda memoria se compone de un relato, de un conjunto de costumbres, de una identidad de larga duración que el sujeto elabora en función de lo que le ha sucedido en la vida, pero siempre con un denominador común, con rasgos que la identifican sobre cualquier otro relato. El reventado, en cambio, es una suma de episodios y fragmentos cuya única conexión es la posición que se ocupa en el tablero en el momento de la oportunidad (haber estado en el lugar correcto, en el momento correcto).

V. El reventado no conoce la lealtad ni el compromiso

Tanto uno como el otro se establecen en relaciones duraderas, en la búsqueda de objetivos comunes. Uno no puede comprometerse con la contingencia del instante y la lealtad es, para el reventado, tan restrictiva como la ideología y la memoria. Son como el sobretodo en un día de calor: le pesan, no le sirven, no se puede mover con comodidad. Su equipaje es liviano, en su mochila lleva lo imprescindible, un cepillo de dientes y una muda de ropa

VI. El reventado prioriza las elecciones individuales por sobre los proyectos y acciones colectivas

Al ser el instante su única Ley, no tener ideología, vivir en un mundo cortoplacista, sin memoria, ni lealtad ni compromiso, es evidente que los proyectos colectivos son una pérdida de tiempo. Son una barrera a franquear, un obstáculo que le puede impedir cazar su presa en el único momento en que ésta asoma su cabeza entre los matorrales. La elección debe ser individual, no estar atada a nada ni nadie

VII. Sus armas son la velocidad y la flexibilidad

El reventado es liviano como una pluma y flexible como un chicle. Se estira y se moldea. Su campo de operaciones es el de la incertidumbre. Ahí se siente como en casa. Cuenta con una cartera llena de tretas y sus tácticas son irregulares. Su único plan es ser rápido y certero en la primera oportunidad que se le presente. Tiene una gran creatividad, puesto que debe resolver una encrucijada en cuestión de segundos.

VIII. El modelo de razonamiento del reventado es el de la metis

Aquí nos ponemos más teóricos. La metis es una “categoría mental”, no una noción, que se utilizaba en la Grecia antigua para diferenciar una forma de comprender, una forma de razonar, con diferentes parámetros, no tan lógicos y matemáticos como los que conocemos los occidentales. Marcel Detienne y Jean Pierre Vernant han escrito un libro al respecto, Las artimañas de la inteligencia, en el cual nos dicen: La metis es una forma de inteligencia y pensamiento, un modo de conocer. Implica un conjunto complejo, pero muy coherente, de actitudes mentales y de comportamientos intelectuales que combinan el olfato, la sagacidad, la previsión, la flexibilidad de espíritu y la simulación, la habilidad para zafarse de los problemas, la atención vigilante, el sentido de la oportunidad, habilidades diversas y una experiencia largamente adquirida. Se aplica a realidades fugaces, movedizas, desconcertantes y ambiguas, que no se prestan a la medida precisa, al cálculo exacto o al razonamiento riguroso”. El reventado es cien por ciento pura metis.

Todos tenemos algo de reventados en nuestra propia herencia. “La nostalgia del 1 a 1”, como me dijo un amigo. Siempre resulta más fácil luchar contra otro y, mucho mejor, si ese otro es pasible de delimitar. Uno a uno, como en el barrio. A las trompadas. Mucho más difícil es luchar contra la niebla, más aún si es parte de uno mismo.

Sigo pensando que estamos a mitad de camino entre dos épocas, entre el duelo y el parto. En pleno quilombo. Nunca me he sentido mejor.

martes, 1 de junio de 2010

La decadencia de los reventados o cómo decir algo de los 90'



Como dijo Desiderio, perdimos los radicales pero ganamos los peronistas (...)

Siempre al costado Vitaca, uno tiene que subirse al carro y chau.

Si no te hacen lugar, hacételo de prepo, heróico,

como Tarzán, en pelotas y a los gritos

Jorge Asís, Los Reventados (1974)


En un excelente post se planteó la siguiente pregunta: ¿cuándo terminaron los 90’?. De por sí ya es una pregunta que condiciona, en cierta medida, la respuesta, ya que da por sentado que terminaron y sólo falta ponerle una fecha. La pregunta debería ser, por ende, doble: ¿terminaron los años 90’? Y si la respuesta es afirmativa, ¿cuándo terminaron? Sin embargo, esto no me termina de cerrar. Creo que hay una pregunta previa que es necesario contestar (o al menos intentar tener una aproximación a una respuesta que nos permita avanzar) para poder responder éstas dos. A saber: ¿qué decimos cuando hablamos de los 90’, qué significan realmente para nosotros?

En pocas palabras, creo que los 90’ son el ascenso al poder de “los reventados”. La culminación de un ciclo que comienza a principios de la década de los 70’, alcanza su cumbre más alta a mediados de la década de los 90’ y de ahí comienza un descenso sinuoso y calmo hasta la picada final y apresurada en donde choca, abruptamente, contra una realidad hostil que dejó de vivar el ideario reventado, para comenzar a preguntarse y ahora qué hacemos. Esto es: el 19 y 20 de diciembre de 2001. El umbral entre este final y una nueva época que todavía debe ser pensada y que reclama a gritos los conceptos para ello, es el que va de diciembre de 2001 a mayo de 2003 (25 de mayo de 2003 para ser más precisos).

Pues bien, ¿qué son los reventados?, se preguntarán. Y ¿por qué este ciclo de casi 30 años? Los Reventados es una novela de Jorge Asís (el reventado por excelencia) publicada en el año 1974. En el especial año de 1974 que, según la memoria estadística de este país, es el año con menor desocupación, menor pobreza y cero indigencia de nuestra historia. Es decir un año de pleno empleo, de producción, de consumo. Después veremos qué significa esto en el ciclo reventado. Volviendo a la novela: ésta cuenta la historia de un grupo de personajes que intentan “salvarse” vendiendo póster de Perón en el día de su regreso –truncado- a Ezeiza. En el inicio de la novela se nos dice claramente qué son los reventados: “Reventados (sin un peso en las faltriqueras, sin siquiera poder salir a la calle, eternamente en la oficina fumando los cigarrillos que la noviecita de Willy les había obsequiado la noche anterior, mirándose, deletreando ocasionalmente algunas palabras tal vez salvadoras, algunas ideas que los rescataran del precipicio, esbozando alguna posibilidad de salvación, las posibilidades más delirantes, una revista sobre magia, algo sobre el prode, una campaña de publicidad), Willy y Cristóbal pasaban las horas”. O: “... uno siempre vive a la deriva, dispuesto, preparado para salvarse”.

Los reventados son los cazadores furtivos al acecho de la presa, del instante fugaz que corresponde a toda oportunidad. Siempre dispuesto a pegar el zarpaso para salvarse. Hay un sentido del olfato, una agudización de la vista. No hay un pensamiento racional que lo sustente ni un programa, tampoco una ideología, hay más bien un pensamiento corporal, instintivo. Una astucia.

Creo que para comprender este ciclo de ascensión del reventado, lo mejor es interrogar el derrotero del propio Asís. Veamos: Jorgito comienza su militancia política en el PC. Esta novela que hoy estamos tratando es publicada por la revista Crisis (una de las mejores revistas que tuvo el país, sino la mejor). Obtuvo además la Primera Mención del concurso de Casa de las Américas de 1974 (un premio que tuvo, entre otros, el gran David Viñas). A partir del año 76’ comienza a ser parte del Diario Clarín. Como un reventado sin ánimo de esconder ningún amague, nos dice que le dicen: “Tenés que ser el orificio por donde respira el diario, el Clarín”. Casi con claridad, y está contado en otro libro mío, Diario de la Argentina, me dicen: “Nosotros estamos con el proceso militar en lo político pero estamos en contra del equipo económico Martínez de Hoz”. En aquel tiempo estaban los desarrollistas, frigeristas, con el control ideológico de Clarín, todo lo que sea crítica a la cuestión económica era bastante bienvenido porque el desarrollismo aspiraba a quedarse con la parte económica del proceso. Todas estas cosas, que yo las entiendo después, pero en ese momento, para mí era un laburo que me salvaba. (la cursiva es mía). Ya en 1984, en plena fama gracias a Flores robadas... escribe su novela sobre Clarín (Diario de la Argentina) en la cual rompe directamente con el Diario y a partir de ahí empieza su época de ostracismo hasta que finalmente, como en un manotazo de ahogado digno de un reventado con todas las letras, se “reconvierte a la política”: “Pero con la política –nos dice–, en muy poco tiempo, otra vez otro gran salto mío, termino como Su Excelencia en París”.

De militante del PC, premiado en Casa de las Amércias, Cuba, a embajador en París y Secretario de Cultura con Menem. Este viaje más que interesante es una expresión, un reflejo concentrado, del ciclo de ascensión del reventado al poder en la Argentina.

A través de esta sucinta síntesis he intentado dar una respuesta a lo que creo yo que simbolizan los 90 como época. Una época signada por fuertes variables políticas y económicas pero también culturales. Que se inicia en un momento donde el país está muy bien económicamente, donde se comienza a concretar la vuelta de Perón y donde la cultura pop está en pleno auge. De ahí en más: Dictadura, la bicicleta, la vuelta a la democracia, la Coordinadora, los Capitanes de la Industria, Clarín siendo más que un Diario, la híper, Menem (el pico más alto del ciclo), Clarín ya siendo el gran multimedia, y la Alianza. Todo eso termina de explotar en diciembre de 2001.

¿Terminaron entonces los 90’? Yo creo que sí. Aunque no creo que el reventado haya conocido todavía su ocaso. Estimo que esa posibilidad todavía es remota, ya que mantiene sus raíces muy hundidas en la tierra. Tardará un tiempo estimable en diluirse como una helada braza. Sin embargo, creo que ya ésta figura no gobierna, por la simple razón que los canales de discusión y de acción antes obturados han comenzado a perder toda la mugre que no los dejaba fluir. Si el umbral que separa una época de otra lo ubico entre diciembre de 2001 y mayo de 2003, me parece que junio de 2008 es la fecha en que esta nueva época, todavía por ser transitada y pensada, comienza a tomar forma. A partir de la derrota el kirchnerimo, se me ocurre, encontró su propia identidad. Y en esa identidad, el reventado ya no tiene lugar: no porque se haya dejado de jugar por todo o nada (eso está más vivo que nunca) sino porque los objetivos de ese todo o nada, han cambiado radicalmente.

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